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Consuelo García del Cid Guerra

DIA INTERNACIONAL DE LOS SIN TECHO

DIA INTERNACIONAL DE LOS SIN TECHO

 

 

De pequeña gané un concurso de redacción sobre el hogar. Escribí mi primer relato corto a partir del recuerdo de un mendigo habitual del barrio donde vivía entonces. Creía que todos los sin techo eran personas sin suerte. Abandonados, olvidados y apestados. La historia de cada uno de ellos sólo la saben ellos. Ningún historial, ficha o dossier de la asistencia social describe del todo la historia. Sólo el principio de la caída. La desestructuración. La pérdida y la renuncia.

Con los años he contemplado cómo algunos de mis amigos han terminado en la calle. Algunos con vuelta, otros sin remedio. Artistas que se creían tocados por la mano de los dioses y que se negaban a trabajar todos los días como los “mediocres”. No quiero ser un mediocre. Esa frase la he escuchado cientos de veces. Personas con carrera universitaria y un entorno familiar estable que hicieron inestable huyendo de una ciudad a otra. Hogares intentados que no fueron, responsabilidades nunca aceptadas y jamás asumidas. Hijos que nunca les vieron más allá de su infancia. Mujeres solas a cuestas con la historia de tantos que huyeron un día, o una noche, ni siquiera con la famosa excusa de comprar tabaco.

No volvieron. Con el tiempo empezaron a beber los que no bebían y a pensar en delirios mesiánicos los que jamás se plantearon la existencia de dios. Borrachos y con graves transtornos mentales en menos de una década. Sucios, hambrientos, molestos como nadie. Agotando a los amigos, arruinando a sus familias.

Comedores sociales, albergues. Un tiempo corto de estancia para volver a la calle.

Un homeless me dijo que la calle te vuelve loco. Que el día es muy largo y los pies de hinchan de tanto caminar hacia ninguna parte. Que en el metro no se pueden quedar más de dos horas porque los vigilantes les echan. Que no les dejan entrar en los lavabos de los hoteles. La calle es insoportable. Acostumbrarse a ella supone volverse loco. Pero hasta el loco es abandonado en su locura sin techo si no comete un delito. La cárcel puede ser un techo y el psiquiátrico también. Temporal y ordenado mientras les aguanten.

Un día conocí a Martín. Es un hombre bueno, tranquilo, limpio y cariñoso. Asegura ser el hijo ilegítimo de Grace Nelly y Frank Sinatra. Se parece muchísimo a Sinatra y su discurso es más que sorprendente. Trabajó sólo una vez en su vida para pagarse un billete a Montecarlo. Allí se presentó en el Palacio Grimaldi exigiendo ver a Rainiero. No lo consiguió. Dice que le recibió alguien parecido a un secretario, y al contar su historia, la policía monegasca le detuvo e ingresó por primera vez en un psiquiátrico. Tiene unos 45 años y ha estado en tantos centros que ni lo recuerda con precisión. Cobra una pensión mínima que le permite sufragar sus gastos cuando está ingresado. Pero si le dan el alta, se queda en la calle. Duerme en el aeropuerto. Siempre va muy bien vestido, se tumba en los asientos y todos creen que su avión se ha retrasado o que lo está esperando. El asegura que es el mejor lugar para dormir. Escribe poemas. Va con una cartera de piel paseando editoriales , una tras otra. Dice que su nombre es Martín Sinatra Kelly. Su diagnóstico es esquizofrenia psico-afectiva. No molesta a nadie. En algunos bares le dan de desayunar y ayuda a poner las mesas en la terraza.

Hoy he sabido que ya no está en la calle. La asistencia social le ha conseguido un piso piloto de larga estancia para enfermos mentales. Una vez me regaló una orquídea. Yo le encontré trabajo de pintor, pero se mareaba mucho subiendo la escalera. Lleva consigo, orgulloso, un recorte de periódico plastificado donde aparece, esposado, junto a dos policías. El recorte dice: “Un individuo se presenta en el Palacio Grimaldi asegurando ser el hijo ilegítimo de Grace Kelly y Frank Sinatra”. La última vez que le ví, me aseguró que él nunca es un extraño en la noche.

1 comentario

Javier -

De lo mejorcito que he leído en mucho tiempo... gracias por compartirlo...