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Consuelo García del Cid Guerra

LADRONES DE IDEAS

Los ladrones de ideas están por todas partes. Y están porque no hacen nada, pero a ellos les pagan por tener ideas. Acostumbran a tener un despacho grande, casi un salón de baile. Secretaria de esas que callan porque son guapas o son guapas porque callan, eso no se sabe con certeza. Visten con ropa de marca y siempre se presentan impecables porque ante todo son lo que se dice “presentables”. Lo mismo pueden acudir a una junta de accionistas que a una boda o a una cena real. Siempre están bien. Y huelen durante todas las horas del día a recién salidos de la ducha. Su edad es indefinida, nadie nace siendo ladrón, claro. Y tampoco con ideas. Como roban con facilidad , nadie les pilla y cobran los objetivos anuales, los bonus y hasta les regalan viajes al caribe. Algunos regresan muy bronceados y del aeropuerto tienen que ir directos al hospital porque a fuerza de consecuencias horizontales con exóticas les sale un sarpullido o su arco de triunfo ya no es el mismo: Cambia de color o se hincha. Venéreos y benévolos, que dá lo mismo, vuelven a su despacho. Responden los correos mientras la ventana del Messenger está minimizada, como la página del meetic o el granamor.com. Siempre tienen mocos. Eso es muy raro, siempre se suenan y se les cae un hilillo de agua por la nariz. Qué cosas. Su cartera es Loewe. El bolígrafo Montblanc. El reloj, un Cartier.

Están licenciados en algo, pero sobre todo tienen Masters. Muchos Masters. Acostumbran a enmarcarlos y el salón de baile se llena de menciones, títulos y cursos, como los médicos. No se sabe nunca del todo cuál es la especialización concreta de estos individuos, los ladrones de ideas.

Son simpáticos. Te invitan a comer a restaurantes caros y se diría que en una hora ya es tu amigo. En ese momento , justo tras la frase “te hablo como amigo”. Es cuando empiezan a robar. Es lo mismo que cuando un hombre dice “mi mujer no me comprende, hacía mucho tiempo que no hablaba así con nadie, es como si te conociera de toda la vida”, para echar un polvo.

Los ladrones de ideas roban las ideas no sólo porque ellos no las tienen, sino porque no tienen ni puta idea de nada. Saben estar, eso sí. Y son de lo más presentable. Aunque sean feos, quedan bien.

Escribo esto porque me han robado. No puedo denunciarlo, claro. No tengo pruebas excepto un proyecto presentado que se desestimó en cuatro días. Pero en tres meses ese mismo proyecto ha visto la luz en manos de uno de esos ladrones. Idéntico. Clavado.

Dicen que “es sólo casualidad”, pero no he nacido ayer. Nací mucho antes que ese ejecutivo presentable al que se le caen los mocos con forma de agua. Y con mi proyecto se han desatado las ventas, tal y como predije, de forma vertiginosa. Un diez, chavalín.

Pero como te conozco, como sé quién eres y como eres, voy a seguir tu trayectoria.

Espera, que tengo tiempo. Tranquilo, que tengo ganas. Nos veremos, no en la otra vida, no, nos veremos en ésta y cuando menos te imagines. Eres un hijo de puta.

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