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Consuelo García del Cid Guerra

MOROSOS

No son impagables, son impagados. Aparecen sin más, sin avisar, con el mismo morro del cerdo. Huelen mal. A algunos ni te los crees, con otros no te queda más remedio.

Esperan al último momento para joderte definitivamente. Saben que no pueden prescindir de tus servicios pero también que no los podrán pagar. Juegan con la cadena de los treinta, sesenta y noventa días, que es una condena. Y aún así , no te pagan.

Si la empresa es grande, te pasean por los distintos departamentos : “Yo no puedo hacer nada, si quiere, hable con contabilidad”. El de contabilidad nunca está. Suena un mensaje de voz donde uno deja su lamento, al principio correcto, sin que se note mucho que te va la vida en ello. No llaman. Dejas pasar unas horas e insistes. Nada. Vuelves a llamar a tu cliente, mire usted, en contabilidad no hay nadie, y tenemos que cobrar. Entonces te dicen que se ocuparán ellos y que le llames al móvil en media hora. Nada. No atiende nadie el maldito móvil. Y empiezas a jugar llamando desde un número que el tipo no conozca, porque la cosa ya huele a podrido y no estamos en Dinamarca.

Al fin, desde el número de una secretaria, te contestan. La respuesta no tiene desperdicio : “Oiga, me están acosando”. Pero ya han ganado veinticuatro horas. Lo peor es cuando coincide en viernes, y casi siempre es viernes. Entonces ganan tiempo hasta el lunes para más de lo mismo, es decir, no pagar. Ahí ya se te han hinchado las narices, y bastante. No van a pagar. Y te enciendes como un delincuente porque estás a punto de delinquir. Hay varios métodos válidos y definitivos. El primero es averiguar si la empresa morosa tiene teléfono de atención al cliente. Y si es uno de esos 900 de llamada gratuíta, mejor que mejor. A llamar. Pero no de cualquier manera, no. Hay que elegir una canción. La mejor de todas es “sufre, mamón, devuélveme a mi chica, o te retorcerás entre polvos pica-pica”. Se pone una y otra vez mientras se llama y llama.

Otra, de modo alternativo, es la de Alaska: “Cómo pudiste hacerme esto a mí, yo que te habría querido hasta el fin, sé que te arrepentirás …”, y dale que dale. Esperas. No tardan mucho en reaccionar : “Por dios, dejen de llamar que me están bloqueando la centralita”. De eso se trata. “VA USTED A PAGARME SI O NO?”. Nunca responden enseguida que sí. Amenazan con denunciarte. Adelante, les dices, nos vemos en el juzgado, que venga el moroso a contar sus historias, no tenemos problema. Y pagan.

Mientras tanto y al tiempo, se han mandado un par de sobres llenos de purpurina, a la empresa morosa. El primero lo abren y se quedan pringados hasta las cejas. La purpurina es un sistema único, porque quedan motitas brillantes hasta tres años después por alguna parte del traje, la nariz o la corbata. Es fundamental mandar dos sobres. El primero lo abren, el segundo ya no porque no tienen cojones. Y pagan.

Obviamente hay otros métodos. Las empresas de cobro de morosos, que se anuncian a bombo y platillo asegurando que no piden nada por adelantado, que no, que ellos cobran un tanto por ciento de lo cobrado, nada más. Sus páginas web casi juran que no hay que adelantar un euro, pero cuando llamas te dicen que la página está “obsoleta” y que para ponerse en marcha tienes que adelantar quinientos euros y además no te garantizan nada.

Fantástico. Ya ni en los profesionales puede uno confiar. En resumen, para cobrar, cuando lo normal resulta escaso,no queda otra que aplicar la psicodelia.

1 comentario

lemonzo -

En primer lugar ,dar gracias por la vuelta de tus escritos descriptivos,para poder documentar los tiempos que vivimos ,y los que vamos a vivir........gracias.