NOSOTROS
Efectivo, plástico, créditos , bancos, financieras, usureros, prestamistas … comprar dinero es lo más caro que existe. El hecho de tenerlo o no tenerlo dirige nuestras vidas. Pero lo peor es deberlo. “Así son las cosas”, escucho una y otra vez.
No. Nosotros no hemos hecho así las cosas. No todos. Puede que algunos, pero no todos. Los que creemos en un modelo distinto de sociedad, los que apostamos y arriesgamos por derechos y deberes reales, más allá de lo escrito en la legalidad, casi siempre escasa. Esa legalidad vigente nos coloca ahora como pobres con apariencia burguesa. “Jóvenes cuidadosamente mal vestidos”, se decía en los años setenta cuando el movimiento hippie naufragaba. No ha pasado tanto tiempo. Somos historia, pero algunos todavía estamos vivos. Nosotros, los llamados “generación perdida”, nadamos contra corriente todavía. Naufragamos día a día intentando sin medios y por todos los medios ser consecuentes. Trabajamos como bestias a cambio de deuda. Somos jóvenes, pese a quien pese. Sí, aún lo somos. Cuando nos sentimos engañados, protestamos. Cuando nos meten la puñalada por la espalda, no pasamos de largo. No nos creemos todas las publicidades, y aunque hayamos aprendido a crearla, el mensaje final siempre será otro. No estamos muertos. Sin embargo, arrastramos un gran número de fallecidos entre el grupo de amigos. Seres verdaderamente valiosos que se fueron atraídos por el peligro. Por ellos , el recuerdo no es suficiente. Ninguna oración nos acerca de nuevo al sentimiento íntimo para decir cuánto los quisimos. Cómo les echamos de menos. He necesitado medio siglo para reconocer que somos pocos. Cada uno evoluciona de distinta manera. Aquellos militantes de la izquierda más radical que se convirtieron con el tiempo en un modelo semejante al de nuestros padres pero disfrazados de modernidad, están ahora muertos de miedo. Si pierden el trabajo, el patrimonio y la familia, no les queda nada. Aquellos que se cagaban en dios pero se casaron por la iglesia tras diez años de convivencia, mentían.
Aquellos que defendían al proletariado y después han explotado a toda su plantilla argumentando asuntos increíbles, mentían.
Aquellos que celebraron a bombo y platillo la primera comunión de sus hijos mientras en la caja de recuerdos amarilleaba un certificado de apostasía, mentían.
O quizá nunca fueron lo que aparentaban y lo que hoy se empeñan desesperadamente en aparentar no se sostiene. Ahora nos buscan. Quieren pegarse a nosotros como una calcomanía infantil para jugar al corro de la patata. Recuerdan lo que a mí me gustaría olvidar. Quieren el material que han perdido sin pagar peaje. La cuesta ascendida se subió por nada, no tenía precio. El valor de las cosas no es nadie, sólo algo. La mirada encontrada no miente jamás.
2 comentarios
Isra -
Anabel -
Vas puliendo tu prosa con una fina lima movida por el impulso poderoso de la realidad, de tu realidad.
No por ser más bella, deja de ser menos dura.
Nos leemos,
Anabel