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Consuelo García del Cid Guerra

adolescencia

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ADOLESCENCIA

 

 

 

 

Y no fueron felices, colorín colorado, mentirosa. Te sabías los cuentos

A cambio de un pedazo de pastel o de perfume,  de una barra de labios

Su teléfono estaba escondido con todos los secretos. El período, regla

De almanaque gastado que no quiere los días ni los viajes muy largos

La adolescencia es un billete de metro revisado. Monedas y propinas

Susurros en la oreja. Un relicario, un sello, media canción. Actores

Imposibles, tú y yo, ahora no puedo. Te llamaré más tarde.

Fumar en los lavabos, borrar los besos, morir y desearlo. No me dejan

No puedo. Son las nueve, es muy tarde. Yo te llamo. Un cuaderno

De nombres, chinescas sombras, amigas para siempre, no me olvides.

La corteza de un árbol y un corazón escrito en el invierno. Salida

Acampada, guitarra, sueño roto. Tu nombre la pared, mi nombre

En los lavabos. Yo te llamo. Una playa recuerdo, un pájaro y tu jaula

Tres colegios. La marca que florece iniciando tu pecho. Los pelos

Ordinarios, nosotras. Una nota prendida en el ojal del miedo

Me quiere, no me quiere, yo le quiero. No sabe que me muero

Su colilla que huele al sabor de su dedo. Corre mientras te llaman

Sigue mintiendo. Novillos, jaque mate, dieciséis, diez y siete

Cuadros, flequillo. Breve mantilla negra. Miércoles y Domingo.

Entre mi falda crece la posibilidad. No viene. Dijo a las tres.

No viene. Mariposas, membrillo, pan con nueces. Un vaso de agonía

Esa angustia creciente. Cuéntamelo, qué ha dicho. Una marca

En la arena del verano perdido. No le volveré a ver. Su inicial

En todas partes marca los asuntos. Castigo. El primer bar. Fin de curso.

Función, cantor, medida, todos los pianos tiemblan. La cuchilla

De afeitar sobre mis cejas. Poblados y desiertos, agujero

En la oreja. Sangre por dentro y fuera. Llámame.

No te olvidaré nunca. Tengo frío. Sucede. Un roce sin destino.

Francés, problema, canto. Adán y Eva. No sé vivir sin ti.

La perdiz es amarga. Es cierto. Lo decías, verdad, tú

Lo has escrito : “Todas mueren a los quince”. Y nos morimos.

 

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