Modelos
La impuesta o supuesta perfección, casi idéntica a la concepción impuesta de la belleza, ha creado un patrón confuso pero ya establecido cuya importancia resulta, cuando menos, alarmante. Recordamos el nombre de actores y actrices de siglos pasados por su trabajo, su buen hacer, y fundamentalmente por la estela que dejaron. Personas, películas y papeles. Cine. Una de las más grandes maravillas del mundo. Nos han hecho reír y llorar. Nos han mostrado paisajes paradisíacos y escenas memorables que han hecho historia. Finales trágicos, finales felices, y hasta finales malos. Pero cine al fin y al cabo. Mantengo esa vista atrás esforzándome por recordar el nombre de alguna modelo y solo me sale una : Twiggy, la que se convirtió casi en un icono en los años 60. Pequeña y delgadísima.
Y por mucho que me esfuerce, no consigo dar con ningún otro nombre. Las modelos no eran más que modelos: Se trataba del vestido, la tela, los colores. No la mujer que los lucia en la pasarela. Se las sabía de antemano bellas y con unas medidas perfectas. Pero ninguna cobraba cantidades similares o superiores a las de una actriz de cine, y ahora si. No interpretan papel alguno, simplemente las visten y caminan durante escasos minutos por una pasarela. Cualquiera, sin meditar siquiera, podría pronunciar el nombre de cinco o diez, asi, de golpe. Las conocemos a todas. Aparecen en las portadas de las revistas como diosas elevadas al más alto imperio económico. Cobran fortunas por desfilar. Por anunciar cosméticos, joyas o mascarillas capilares. Están ahí por guapas y supuestamente perfectas. Es decir, por la cara. Y por la cara se paga lo más caro. Fuera de su ámbito, la elegancia personal es discutible. En una ocasión me dijo un conocido diseñador que la elegancia es llevar una gabardina como si fuera un visón, y un visón como si fuera una gabardina. El movimiento, los gestos, la frescura en el rostro, los paseos de las manos y ese cruzar de piernas característico, se lleva dentro antes de que nadie pueda enseñar a caminar por fuera. No solo son modelos estéticos, se han convertido en modelos de conducta. Ricas y famosas. Su peso específico ha roto la adolescencia de muchas jóvenes. Comer o no comer. Ser o no ser. La masa corporal no esta por debajo ni por encima, se encuentra dentro. Los transtornos de la alimentación han aumentado considerablemente. Para ser la mas bella, la mas esbelta, la mas delgada. Un casting es un examen exterior donde únicamente se pone el cuerpo y se da la cara. No pasa por estudio alguno ni atiende a razonamientos. Dos minutos de flashes equivalen al cache de una actriz secundaria, y en el caso de una “top”, puede suponer una cantidad descabellada. No es un trabajo como otro cualquiera, es un privilegio. Ese regalo de la naturaleza las convierte en diosas , no todas sabias, pero tampoco todas tontas. Las tendencias, el estilo, el savoir faire, el look, el pret a porter …
Demasiadas jóvenes acaban manteniendo únicamente el peso del alma muriendo en vida. La belleza interior resulta un argumento cómico ante semejante cuestión. Tal vez deberíamos contemplar durante unos minutos la imagen de Isabelle Duro para comprender que la perfección y la belleza no están únicamente en las pasarelas y que el verdadero modelo debería aplicarse a partir de una conducta vital donde no existe nada más que ser uno mismo, sin pretender imitar a nadie.
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