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Consuelo García del Cid Guerra

PATRON

Chorreo y manantial, residuo orgánico. Prensil superviviente entre palmera y pino. Boca de madre enjuta. Continúo. Te lo juro.

Y añado:

La grasa seca que dibujó tu aroma, doblado delantal fosforescente como la virgen tonta que nunca fue rezada. Prestado por olvido, apuesta escasa. Laberinto ante el fin del desacuerdo.

Firma aquí. Te lo pido.

Después de no saberlo acudiré a esa cita. Engañados papiros y confusas pupilas. Alumno por demás, trabajador sin fondo. Yo.Yo.Yo. Tú no estás.

Firma. Te conviene ese pacto que de antemano sabes desfavorecedor. Sobre tu ley la mía, sobre la trampa. Yo. Yo.Yo. Tú no cuentas, excepto para las horas en que se duerme el loco. L bestia encadenada de mi limitación. Yo te mando. Yo digo. Yo sé, y aunque no sepa, callarás la utopía que pretendes –te siga-. Y en esta gran familia donde eres bastardo. Sabedor, ultrajado,

Previo a la vocación. Te vejaré a lo largo y consumirás mis anchos kilómetros de luz. Harás lo que yo diga, te mandaré, descalzo, a por gramos de almendras cuando el granizo clave sus granos de ciudad. Y haré de ti algo más que lejano al hombre. Mucho más que gusano. Mi gracia será eterna por el siglo pasado.  Firma: Estás en mis manos.

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