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Consuelo García del Cid Guerra

FIRMEZA

Que no me muestren el mal como algo posible. Que las fauces del hombre permitido y consciente determine el destino a raíz de sus obras. Lejos de cualquier dios hablo, sólo siendo persona, la única que tengo, por la que soy y existo. Con ella he mantenido todo tipo de luchas repitiendo esa frase del gran sabio Edmund Burque: “Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”. La verdad sólo es una y enhebra la justicia más temprano o más tarde. Y por tiempo que pase, por mucho que transcurran los hechos y su efecto, lo auténtico mantiene continentes y razas. Somos examinados, desnudos, al nacer. Y de nuevo sin vida pesan nuestro cadáver cuando está todo hecho. Ni una sola piel se rectifica, no nos queda mirada para ratificar, ni manifiesto alguno al que adherirnos. El hombre sobre el hombre, su patria, la familia, los amigos leales, íntimos hasta el fin. No malgasto palabras ni me inclino ante gestos de turbia traducción. Quiero ser lo que he sido, continuar batiendo unas alas de plomo que me levan volando al más allá del todo, por la tierra que piso, la persona que encuentro, esa mano que tiendo cada vez que camino sin un rumbo concreto.

Alguien o algo hicieron que el don de la palabra se adentrara en mi ser. “No escribo porque estoy condenado, estoy condenado porque escribo”, dice el más grande de los poetas desde el psiquiátrico de Canarias : Leopoldo María Panero. Es una obligación, es el sentido y la responsabilidad unida a una sensibilidad que en ocasiones escuece como la carne viva. Mostrarse sin reparos, dar la cara, repetir una y cien mil veces NO, pese a quien pese, pase lo que pase. Mantenerse en pié, sin armas, sin disparar ni apuntar aunque nuestro contrario tenga licencia para matar. “Prefiero morir de pié que vivir de rodillas”, decía Dolores Ibarruri. El camino es muy corto y la existencia incierta. Para estar en lo cierto hay que sufrir lo incierto. Para vivir, saber. Para recordar, ser.

Nada ni nadie viene con manual de instrucciones. No achaquemos a tácitos acuerdos divinos e invertebrados las desgracias del mundo o los males presentes. Somos nosotros mismos. Nada más. Nada menos. La vida por delante es oportunidad, examen permanente y estancia limitada. Distinguir el discurso, detectar la mentira, captar al impostor, delatar al sicario, asesino, farsante, embaucador patrón, es un trabajo largo cuya diplomatura cae al final del tiempo. Los bolsillos de un muerto carecen de sentido.

Convertidos en polvo, cuenta la trayectoria y las lágrimas dulces de quienes nos amaron.

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