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Consuelo García del Cid Guerra

TRABAJAR Y MORIR: suicidios laborales

Hasta que no se hacen públicos los primeros muertos, parece que no sucede absolutamente nada, o lo que es peor, ocurre a puerta cerrada, encerrados a merced de los métodos de una multinacional, mediana o pequeña empresa : Porque está en todas partes, oculto y encarcelado como si de una convivencia lícita se tratara aplicada a “los métodos” de trabajo. Hace dos años, en Barcelona, un teleoperador se lanzó al vacío por el hueco de la escalera: Los mozos de escuadra recogieron sus restos a pedazos, y sus sesos fueron metidos en una pequeña bolsita. Se dijo que el hombre estaba ya deprimido, acababa de separarse y aprovechó sus minutos de descanso para emprender un viaje a ninguna parte, pero fuera ya del mundo y de la empresa. Se suicidó. Todos sabían de su drama, pero el departamento de recursos humanos no le concedió ni un minuto personal para contemplar semejante estado, para escucharle, preguntarle o aplicar la definición per se que les ocupa : Recursos Humanos. Por tanto, sin recurso alguno, decidió quitarse la vida durante su jornada laboral.

Ahora, la compañía France Telecom, tiembla ante los suicidios de sus asalariados. Según Dominique Deceze “se trata de la parte más visible del sufrimiento de los trabajadores”. Otras señales evidentes muestran el estado en que se encuentran : Absentismo, bajas médicas por depresión, turn over, mobbing...Una de las trabajadoras se tiró por la ventana de su oficina, y otra de las empleadas ingirió una gran cantidad de barbitúricos durante el descanso de la comida, que aprovechó para descansar –literalmente- en paz. Al parecer, existe un problema determinado en France Telecom, y desde la privatización de la compañía se ha producido una decena de suicidios por año.

“El suicidio –según Deceze- es la fase última de la violencia en el trabajo, cuando volvemos esta violencia contra uno mismo. Las razones son conocidas: reorganizaciones incesantes, movilidad geográfica, actividades más estresantes, cambio de tareas sin nueva formación, ausencia de reconocimiento por parte de la jerarquía, ausencia de equipos de trabajo sólidos por la competencia entre trabajadores. Estas condiciones de trabajo son conocidas por ser peligrosas para la salud de los trabajadores. Es difícil para un trabajador dejar una compañía una vez que ha trabajado veinte años o más, que ha comprado una casa en las inmediaciones, que su marido o mujer trabaja al lado, que su vida se ha organizado en torno al trabajo. A los cincuenta años, es difícil encontrar un nuevo trabajo, de rehacer, de reconstruir su vida. Pero además hay, en mi opinión, una pérdida de reconocimiento de lo que ha hecho por la compañía durante esos años : Es desesperante verse arrojado como un kleenex o tratado como un perro enfermo de rabia”.

Pero no se trata únicamente de France Telecom. En todas las empresas hay un maestro ejecutor, especialista en procesos de humillación, presión, faltas de respeto y  variantes de maltrato psicológico difícilmente demostrable. No se producen en escenas determinadas, forma parte del día a día, en pequeñas o grandes dosis, dependiendo de la producción. Se reproducen como las moscas cuando sus métodos son aprobados por la dirección llegando a convertirse en “personas de confianza dispuestas a todo por el buen funcionamiento de la empresa”. Si algún trabajador cae, es que “ya estaba mal desde siempre, era un desequilibrado, esquizofrénico, psicópata o antisocial. Una persona débil que no daba el perfil”. Cuando se trata de empleados con antigüedad, la labor es mucho más cruel si cabe : Hacerles la vida imposible hasta que ellos mismos renuncien para no pagar indemnizaciones y conseguir así la baja voluntaria. En la mayoría de los casos se consigue, a pesar de la crisis actual, puesto que el límite psíquico tiene sus fronteras. Si nos concretamos al sector comercial, la cosa no tiene desperdicio. Máximas como “la venta es un arte” son de sobra manejadas, y algunos hasta se lo creen. Existe un libro sectáreo de Og Mandino, cuyo título reza : “El vendedor más grande del mundo”, que es utilizado en determinadas empresas como manual espiritual de la venta. Dicho libro debe ser leído hasta cien veces seguidas, tipo Hare Krisna, Hare Krisna, hare hare ... (no es coña).

Esos sujetos acostumbran a ser desertores del arado o piojos resucitado a quienes su aspecto de cateto lerdo no se lo quita ni una corbata de Hermés . El traje (casi siempre gris, como sus vidas) les va grande, holgado, como si dentro de esa anchura hubiera lugar para una serie de apóstoles pelotas sanguijuelas seguidores que son capaces de limpiarles el zapato procediendo como monos de imitación, loritos repetidores y aspirantes a hijos de perra tiñosa. Sonríen con una falsedad espeluznante, gozan de un despacho con el que ni siquiera soñaron y disfrutan con el dolor y el desgaste moral ajeno, sin embargo, acudirán a tu propio funeral si es necesario, con cara de hipócritas sin sentimiento. France Telecom se lleva, de momento, la palma, pero el acoso moral, el mobbing, la humillación y el maltrato tienen lugar en todo tipo de empresas, y como casi siempre, el más alto mando será el último en enterarse, puesto que se oculta información y se construye un muro de poder alrededor de todos los empleados impidiendo el acceso directo a gerencia o consejeros delegados. Y si alguna vez, alguien decide plantar cara, se ejecutan “sanciones traducidas en suspensión de empleo y sueldo” convirtiendo a la víctima en verdugo rebelde, personaje molesto que antes o después resultará improductivo sobre el papel.

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