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Consuelo García del Cid Guerra

PODER SIN ROSTRO

El poder económico carece de rostro. No tiene nombres concretos. No es identificable. Está sobre el propio hecho de ser. Sus maneras se cuecen de forma prolongada, adaptándose a la condición social y creando necesidades de grupo para ser mayoría. Sabe de aire y de humos.Se vende solo y a sí mismo desde unas alturas inalcanzables. No es familiar. Tampoco cotidiano. Transcurre mientras trabaja y mide sus pasos hasta dejar el poso necesario. Estrategas, consultores,publicicistas, políticos, banqueros, economistas o simplemente ricos. Desde la opulencia se realizan grandes cambios, y el pueblo no es más que una turba manejable. Distribuyen deseos. Cambian leyes con el consentimiento ciudadano a la par que remodelan la propia ciudad. Marcan costumbre. Desde una modernidad entendida en su concepto, impone criterio propio pero sin marcar otro carácter que el suyo propio : Posiblemente y a partir de ahí, el verdadero origen de la "propiedad" entendida como tal . Lo que es de uno, privada y particularmente. Lo que no se reparte. Aquello que pertenece : El patrimonio.

Pasamos la mayor parte de nuestra existencia amalgamando posesiones, porque para ello nos han bombardeado con necesidades vitales que no lo son. La publicidad y sus mensajes subliminales. Bebidas, marcas de ropa, coches, bancos...Nos dejamos atrapar en una gran tela de araña llamada Sistema. Sabedores de sus trampas y desórdenes arañan el discurso con la habilidad del sabio que ha conseguido llegar a la tierra prometida, sin embargo no cumplen sus promesas. La política, como la religión y la educación, es un sentimiento que no precisa de formas externas si lo interno es auténtico. Pero estamos rodeados de diamantes falsos. De monedas de oro en busca de tesoros que antes de ser descubiertos nos piden cuentas : Quién es usted? qué edad tiene, en qué trabaja, a cuánto ascienden sus ingresos anuales? ...Estamos fichados desde la base social que no permite comportamientos antisociales : Las cavernas del loco, prisión para agitadores, galeras oficiales y destierros varios se producen con el consentimiento general de la mayoría, puesto que el verdadero poder carece de nombre y apellidos. No se vota. No aparece en las listas electorales puesto que jamás lo elegimos. Desde el reconocimiento y sin consentimiento se puede tirar la primera piedra. Todos somos pecadores. No hay un sólo inocente. Los armarios están llenos de cadáveres y el pasado acecha como una resurrección en la que muertos vivientes se ríen de todos nosotros.

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