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Consuelo García del Cid Guerra

Dennis Hopper: Blue Velvet

 

 

 

 

Acaba de marcharse envuelto en terciopelo azul, su blue velvet. Dennis Hopper, un punto y aparte allí donde los renglones torcidos tienen verdadero sentido porque escriben y hacen historia. Una extraordinaria existencia la suya, de los buenos el mejor y  entre lo malo todo lo peor. Extremos que se tocaron al borde del abismo con más saltos mortales que ninguno. Actor, director, productor, fotógrafo. Intensíma vida a lo grande, porque siempre fue un monstro de la interpretación, un monstruo irrepetible y un mito para los restos.
"Como todos los artistas, quiero engañar un poco a la muerte y contribuir con algo a las siguientes generaciones", dijo en 1997. Ha cruzado todas las fronteras y sin duda consiguió engañar a la muerte mientras pudo.  Un pulso canalla le ha vencido con forma de cáncer. No era joven ni viejo porque siempre ha sido mayor, de gestos y palabras enormes, truculentas. Dennis Hopper es el novio de la muerte aunque se le haya llevado para siempre. Su gesto oscuro ha interpretado los papeles más tortuosos, besando como nadie entre el amor y el mordisco salvaje. Se ha tragado el tiempo a bocados como un animal privilegiado que conocía todas las guerras y batallas personales. Es inolvidable incluso para todos aquellos que pretendan olvidarle. Genial desde su extraño terciopelo azul. Qué extraña tristeza. Es imposible que descanse en paz. Sigue teniendo trabajo, mucho trabajo. Enorme en todas sus escenas. Rotundo. Redondo. No sé despedirme de Dennis Hooper. No puedo. No quiero.
 
 
 

 

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