Los perfiles falsos de las redes sociales cibernéticas son como la guerrilla friki del enfermo mental, además de cátedra para el malvado, sobresaliente cum laude en honor al transtorno solapado del canalla y orgasmo pleno de hembras malqueridas. Hay quien se busca a sí mismo comprando un euro de bosque y ni aún así se pierde. En esa trayectoria esquizofrénica se ocultan todo tipo de personas que no corren tupidos velos ni se corren física.Mente hablando. No sólo se trata de mentir. Hay que ser, además, un excelente actor o magnífica actriz para moldear emociones y creerse los versos que a fuer de recitarse en boca ajena no producen verguenza. Ni castigo ni crimen: Demanda al canto aunque te cueste una pasta a modo de honorarios. Las múltiples personalidades se crean con absoluta premeditación y alevosía.
Los sujetos y sujetas deliran en pos de nombres que alguna vez soñaron tener para clavar puñales por la espalda en pública subasta. La envidia es su mayor afecto y por ella matan. Inventan mil historias y tejen sin arañas con agua oxigenada a modo de spray ecológico mientras en la pared del alma un lama del gran buda repite alguna frase -casi siempre- lapidaria. Van de buenos y buenas dando sustos al miedo. La maldad es su sangre. No están catalogados (todavía). Su delirio no es crónico, simple.Mente es cabrón. Vampiros de pantalla, herejes y ludópatas, obsesivos e infieles. Desconocen la duda razonable por falta de razón. Se contemplan, se estudian y se inventan partiendo de algún cuento, chisme u obsesión. Su seso se transforma, su esperpento camina en busca de una imagen que es la foto de archivo, y el estado civil, y el sexo imaginado, y la turba de amigos, inocentes, que caen, agregados al potro de la peor locura.
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