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Consuelo García del Cid Guerra

vuelta de tuerca

vuelta de tuerca

A los hechos me remito. Y no por aquello de que el

tiempo pone a cada uno en su justo lugar -incierto en

muchos casos- , sino porque el tiempo todo lo puede. No

han sido necesarios demasiados años. Tampoco, con

ellos, se ha esclarecido aquel turbio incidente que en

manos de la prensa, apresurada y latente,

proclamó al héroe, encerró al agresor y condenó a la

víctima. Sólo este último concepto he tenido siempre

claro : La víctima, Violeta Santander. Presa de un

enganche sentimental y de la gran confusión vital. La

chica de la gran bronca. La pelea en pos de una fémina.

 Dos grandes machos, chulos por excelencia. El amante

consumidor de sustancias y chupador de energía. El

espontáneo defensor, cuerpo a cuerpo, que se lanzó a la

 arena. Nunca tuvo la menor gracia pero se repartieron

parabienes sobre un mal evidente. Prisión para el chulito

que repartió las hostias.

Condecoraciones, honores y títulos para el gran héroe del

siglo.

Todo con excesiva rapidez, como acostumbran a hacerse

las cosas en este país. Para Violeta Santander, un chorreo

mediático tan insultante como su propio testimonio. Ella

tomó su alternativa sin estar preparada entrando en una

selva donde la capacidad comprensión y el respeto brillan

por su ausencia. Entre otras lindezas, la llamaron

cucaracha. Y eso no es “tratar bien”. Tampoco.

Hospital. Cárcel. Televisión. Tres personas y tres lugares

agitados en una coctelera de lujo. Las tres seriamente

enfermas y ninguna definitivamente fuera de peligro.

Ahora, Neira es cuestionado. Y es que del amor al odio

hay un paso, como de héroe a villano. Ahora desaparece

el organismo que preside, en manos de una supuesta

Esperanza -¿justa y necesaria?- dueña y señora de la

Comunidad de Madrid, cuyo sentido común deja mucho -

todo- que desear. Neira no dimite, porque para chulo él, o

 -como mucho-, Puerta.

Violeta Santander es una mujer maltratada. De eso no me

 cabe la menor duda. Confusa entre infierno y paraíso,

presa de sus propios nervios y atada a las frágiles

cuerdas de una pasión que se reproduce una y otra vez

en manos de delincuentes morales.

Violeta se decidió a iniciar una defensa pública e inútil

atropellando sus propias palabras. Por demasiado guapa

se ensañaron con ella sin ningún tipo de consideración. Lo

 hizo muy mal. Peor, imposible. Pero los demás también.

 

Puerta está en libertad. Neira se ha recuperado. Pero

Violeta no.

-Llévela usted, señorito, que no vale más que un real…

llévela usted, señorito, pa lucirla en el ojal...

 

 

 

 

www.youtube.com/watch?v=3R-jKWIKB7k   

 

 

 

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