Blogia
Consuelo García del Cid Guerra

Salón

 

 

 

Han cambiado mucho -nunca lo suficiente- los salones de actos. Las grandes y pequeñas ceremonias. Sus reuniones excelsas, las fechas con su excusa. Han cambiado los hábitos, la moda, el elixir de amor que no contiene alcohol y tampoco su beso. Las maletas se arrastran como carros de compra y han olvidado, incluso, aquel cuero gastado que nombraba sus viajes. Estación. Aeropuertos. Esperas y retrasos.

Y en esas variaciones se ha perdido el sofá que contuvo las formas. Espaldas familiares. Restos de un invitado. Pastas y mantequilla sobre una mesa mínima, más redonda que el mundo. Nuestro globo terráqueo se inclina hacia la frente de un popular recinto donde cabemos todos. El alma y su recuerdo. Más de un idioma. Tanto. Segundas residencias donde se guardan cosas que no tienen sentido en la primera. Una figura tonta. Un relicario inútil. Metros casi cuadrados a precio de subasta. Ya no hay quien dé más porque no queda nada. Nada, excepto lo propio. Eso que no se gasta. Nuestra cabeza tiene el tesoro de un barco. La traducción del mapa. Las tazas de café cuya perdida espuma flota en el horizonte de un techo reducido.

La historia, al fin y al cabo. La luz de su memoria.

Una lección de sabios carente de razones. Ninguna asignatura. Notas sobre el suspenso de la caligrafía. La firma deformada. El continente indigno.

Cúmulo de mentiras cien mil veces nombradas.

Te espero, sin embargo, en dulce compañía. En busca de aquel bar donde me prometías un lugar florecido sin ambición ni prisas. Esa palabra tuya. Esa noche prohibida. Esas pequeñas cosas que -sin querer- quería.

http://www.youtube.com/watch?v=n2qxxel9OKE

 

0 comentarios