9 de junio
La juventud alberga la capacidad de convertir cualquier cosa en una gran fiesta y cualquier problema en un drama. Quizá, faltos de esa libertad tan ansiada como inexpertos ante las circunstancias adversas. Los mayores nos parecen muy viejos, y los ancianos, perdidos, al borde de una tumba desconocida cuando el final no importa demasiado, puesto que si algo nos sobra, es tiempo. Ahora parece mentira. Incluso todos los embustes que alguna vez dijimos protagonizando tardes. Nunca pude soportar a la gente correcta. Me aburrían tanto que llegaron a producirme incluso repelencia, y seguro que fui injusta ante determinadas personas que pasaron sin más, saludando , pendientes del intento por traspasar la puerta que nunca les abrí. Me escondía en las cosas, buscando claves fáciles, profundidades evidentes y diálogos nuevos con los que mantener otra forma de vida. Lo prohibido era un lugar privilegiado. El canalla su rey, y quise ser la novia de todos los bandidos. No hay nada más atractivo que lo inconveniente. El chico de la cicatriz, el de la pulsera extraña, su cuero, esa pintura, la cazadora negra, el ojo rojo. Todas esas cosas como ajuar indolente pueden partirte la cara o romperte el corazón. Pero nunca podrás afirmar que no ha pasado nada. Yo he intentado escalar más de una meta, y al llegar a su cima se perdía la gracia. Buscaba más allá de una cumbre orientada, quise mi propia brújula, las memorias de un mármol que entibió una palabra. Supe ser escuchada, pretendí otras razones y escribía unos versos que excitaban al mundo. Quería ser prohibida. Censurada. Confusa. Siniestra hasta la calma que una noche de Junio me devolvió la usura de sus brazos dormidos. Ya no estaba. Busqué en el infinito, cabalgué al horizonte en busca de su alma. Pensé en tatuar en el lóbulo izquierdo su nombre frente al mío, como miga de pan, señal de pena, portón hacia el oído que dibujó canciones amenzando un coma del que no regresó. Ya no soy joven. Conservo un orificio de lánguida postura que ha invertido tu fecha: 9 de Junio. He llorado por ti todo lo que se sabe. He buscado la luz incluso en las tinieblas, arañando el recado final que me pedías, un último cigarro, cáscara amarga, corpore in sepulto, sub condicione. Absuelto forzosamente por pura precaución, le dije al sacerdote que lo hiciera, te sellé un pasaporte otrora absurdo, pensaba que tal vez la buena estrella debería ser tuya. Me quedé con la rabia de los que permanecen, con el luto debido y su dolor implícito. Hace deciseis años que escribo tu epitafio. No tengo calendario. La vida se paró cuando te fuiste. Un tren lento, preciso, olvida la estación. Su trayecto no es otro que el camino de vuelta. Morir para olvidarte. Permanecer en ti sobre las cosas. Vivir, no más, lo justo, y levantar el vuelo. Un avión que no tiembla. El barco de papel. Feliz aniversario…
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