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Consuelo García del Cid Guerra

Hechos

Al final del camino –éste camino social y sistemático- se encuentra la última carrera: Soledad del corredor de fondo. Para los que se creyeron académicos y fueron abducidos por la venta directa, el marketing, sus ramas, las estructuras piramidales. Radiografía de muchos y uno de tantos. A todos los que –elevados en sí mismos- adoptaron la primera corbata como traje de gala ante su seguridad social, poderes fácticos, fálicos, eléctricos y posibles. Amigos de los bancos. Catetos propietarios. Analfas seguidores sin otra causa que el valor de su dinero. Vivimos de prestado, pero se lo creyeron. Se rechazó el estudio y su cultivo. El crecimiento personal pasó por la hipoteca, el coche, un triste apartamento a pie de playa con lo justo relativo al mal gusto, lo necesario al ocio, lo inútil del negocio que pertenece a otro, el perfil del pringado, aliento del creído, sobrado, impersonal y estúpido. Esa ralea humana que consiguió un lugar hoy desaparecido, regresará –si puede- a la mano de obra, cadena de montaje, fábrica y mono azul, no va más, fue de menos- en realidad, nada-. Volverá el alquiler, la nevera al salón, una mesa de plástico dividida en tres partes, fruta del tiempo, agua del grifo, pana, metal chapado en oro, joyas falsas. Llorará el desajuste creyéndolo injusticia, se servirá el café sin leche  en un vaso de plástico, brillará el epitelio en su grasa de más, se sudará la pena sin palabras y un cuaderno de notas ha de escuchar castigos : Doscientas veces: Tonto. Cuatrocientas: Cabrón. Mil veces: Majadero.

-La cuenta, por favor ...

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