PASADO MAÑANA
Y no pasará nada. El próximo sábado, Urdangarín hablará de sus asuntos en público. Medirá las palabras, previamente asesorado por una corte concreta de hombres sabios que habrán decidido ya a estas horas incluso del color de su corbata.
Una maquilladora muy profesional de efectos especiales pronunciará sus ojeras, le inyectará bolsitas y deslizará sombra violeta aterciopelada para provocar lástima, reflejar cansancio y convertir a este divino consorte –nunca mejor dicho- en el más pintado.
La infanta, con gesto contrariado, lamentará ese sin vivir que cuenta, y –seguramente- de la mano o del brazo , le mirará, muy lánguida, como Julieta a Romeo, y triunfará el amor más allá del honor, y no pasará nada.
Y el juez le dirá, siéntese, Alteza. ¿Está usted bien, Majestad? ¿Un vasito de agua, una infusión? Tómese su tiempo, que no les voy a condenar...Yo lo les echo cuentas, Dios me libre...Viva España, Viva el Rey ¡¡
Y no pasará nada porque en este país, la justicia es igual para todos cuando nuestro comportamiento no es ejemplar. Y eso del ejemplo es tan relativo como el diccionario de la RAE, sujeto a la fe de erratas que hoy –al fin- reconoce a Franco como dictador, y pasado mañana, sí, será cuando los Duques den la cara porque ya no les queda más remedio. Pasado mañana, digo. Pero yo, que no soy nadie, tampoco he nacido ayer.
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