EL IMPERIO DE LOS MEDIOCRES
No saben, pero contestan desde su terrenal ignorancia. Se activan lo justito –como mucho, en las redes- con frases lapidarias sobre amor, paz, justicia, mientras anotan cánticos de una escuela –vieja- a la que jamás acudieron. Profesan religiones recién estrenadas, todavía asomados a la balaustrada de aquel fin de siglo que ya se nos antoja tan sumamente pasado ¿de vuelta? … No.
El regreso parte de una ida que –por ausente- se les ha dado en balde. Sin estudiar, leer, interesarse, pensar. Sin otra base sólida que el afán del “cursillo”, convertido ya en “curso” tras pasar unos meses que se comen el año a velocidad tántrica. El centro, la asociación, esa academia de enseñanza no reglada, los folletos, sus charlas, y tanta inmaterial materia intangible que en su imaginación, los peces, han perdido esa espina tras la paja mental que se traga la ola producida al relente por el canto de un borde, guaperas ,que ostenta ciento y madre agujeros en camisetas de doscientos euros mas gorra de vis- era.
“ Viva la gente, la hay por donde quiera que vas.
Viva la gente, es lo que nos gusta más. Con más gente, a favor de gente, en cada pueblo y nación, habría menos gente difícil y más gente con corazón”.
La gente difícil –contra semejante canción- tiene un corazón enorme, y de esa, precisamente esa gente, huye el resto, pese a no ser consciente –siquiera- de pertenecer al naufragio social por excelencia. Los desactivados se forman en filas militantes con cintas de colores, maestros en la nada, conciertos espasmódicos boca a boca (puede que –incluso al fin- alguien les bese) , marketing asumido y padecido, arrieros somos, pero de otros caminos. Si en el mío te cruzas, no me toques las narices.
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