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9 de Junio SENZA FINE

No sé cómo habríamos podido sobrellevar todo esto, pero sí adivino nuestras conversaciones.
Tampoco a qué nos habríamos dedicado. Puede que a vender piedras en busca de oro o cementerios cibernéticos.
Sin embargo, sí puedo afirmar con absoluta certeza que yo no estaría aquí, y tú tampoco ahí. Si la muerta fuera yo, todo resultaría mucho más sencillo.
“Sin fin
Tú eres ese instante sin fin
No tienes ayer y no tienes mañana
Todo ya está
En tus manos, manos grandes
Manos sin fin”.
Me dijeron no hace mucho que vivo sembrando tu memoria. Que quienes jamás te conocieron, te conocen. Saben de ti por mí. Preguntan, imaginan e incluso sueñan con haberlo vivido. Que por qué lo hice. Que cómo pude resistir tanta agonía. Cómo cargué con un peso tan sumamente pesado.
“No me importa la luna
No me importan las estrellas
Tú para mí eres luna y estrellas
Tú para mí eres sol y cielo
Tú para mí eres todo
Todo lo que quiero tener”.
Tu presencia continúa siendo infinita, más allá de los años –suman ya diecisiete-, de tu ausencia, y decir que no te olvido sería una soberana estupidez. Siempre has estado en todas partes. Te pregunto qué hacemos, cómo salir de este pozo práctico que todo lo inunda de desastres, y cuando no tengo respuesta sólo repito : Sin fin, sin fin …
“Tú arrastras nuestra vida
Sin un instante de respiro
Para soñar
Para poder recordar
Lo que ha hemos vivido…”
LAS DESTERRADAS HIJAS DE EVA

ALGON EDITORES
PREVENTORIOS: EL SISTEMA

Las niñas del Preventorio Dr Murillo (Guadarrama) recuerdan con angustia aquel único vaso de agua diario que se les permitía beber.
La ingesta de pasta dentífrica refresca la boca. En busca de esa sensación algunas se la comían como supuesto alivio a la sed. Actualmente, el hecho se considera una nueva enfermedad del apetito llamada Síndrome de Pica, nombre de una especie urraca cuya costumbre recoge todos los elementos posibles para armar su nido.
Según Steffen Heger, psicoterapeuta de Colonia "La extraña enfermedad puede tener causas físicas, mentales e incluso culturales".
Sobre el papel, todas ganaron peso. Salían del Preventorio con más kilos de los que entraron. Supuestamente famélicas, desnutridas y enfermas, o al borde de estarlo. En consecuencia, los informes médicos físicos siempre serían favorables. Los psíquicos brillaban por su ausencia. El trato vejatorio marcó a todas aquellas niñas para el resto de sus vidas. Incluso algunas que pasaron sólo meses en el Preventorio de Guadarrama, jamás han podido olvidarlo.
La “labor social” documentada, cumple todos los requisitos oficiales para justificar el asilo, tratamiento y cura a miles de niñas que fueron ingresadas procedentes de toda la geografía española. Existía un sistema que se entendió a todos los Preventorios nacionales. El de Aigues de Bussot, La Sabinosa, Mazarrón…testimonios tan similares como estremecedores.
-Viajes en tren hasta llegar a su destino, en los que eran obligados a permanecer en la misma postura, pegados unos a otros, hacinados en vagones de carga.
-Reclutamiento a golpe de pito en un enorme patio donde eran destinadas a las distintas salas de colores.
-Despojo de ropa y enseres personales. Corte de pelo casi al cero. Entrega de “uniforme” liviano en invierno que se utilizaría también en verano. Calzado de esparto. Bragas enormes atadas con cintas.
-Desinfección. Las internas eran obligadas a permanecer durante 24 horas rebozadas en unos polvos blancos y con una toalla en la cabeza.
-Las filas en las duchas, completamente desnudas, para ser introducidas de cuatro en cuatro bajo un chorro helado y a coscorrones. El individuo que actuaba como “fotógrafo” apartando a las más desarrolladas para ser retratadas.
-Bofetadas, patadas y palizas incluso por el simple hecho de mirar a los ojos de las cuidadoras durante un plazo de tiempo que se discurría como rebelión externa.
-Silencio absoluto a la hora de la siesta, sin poder moverse ni un milímetro. Cera caliente que se les echaba sobre las palmas de las manos como castigo, o quemar el trasero con cerillas cuando se orinaban en la cama.
-Correspondencia censurada para que no pudieran contar la realidad del trato recibido por las cuidadoras. Idéntica medida a la hora de las visitas.
-Comida repugnante que estaban obligadas a ingerir, puesto que en caso de vomitarla, eran forzadas a comer sus propios residuos ante todas las demás.
-Requisa de alimentos o regalos de familiares que nunca se devolvían.
Posiblemente nos encontremos ante una forma de holocausto español. Posiblemente se haya ignorado porque no hubo muertos. Por ello es la causa de los vivos.
TEORÍA
La interpretación errónea acostumbra a partir del desconocimiento, que engulle la torpeza y enajena hasta el sentido común. En ocasiones veo muertos, dijo el niño en una película cuya ficción ha pasado a la acción. Somos víctimas de ese espectador entre el que no nos incluimos bajo ningún concepto. Será que está perdido. Que se tuvo y jamás se retuvo.
Nos transmiten emoción antes que información. Matan la verdadera noticia, pero ese cadáver es invisible. Nuestros ojos fueron vendados hace mucho con una pequeña pantalla que –a su vez- ata las cadenas. Esclavos del mensaje. Presos de sus líderes. Se vomita la crítica cuando en realidad creamos, siendo arte y parte, esos espacios lamentables donde tiene lugar lo propio. Mal que nos pese, es nuestro.
Matamos la educación del mismo modo que el papel. Reducimos el lenguaje a un texto telegráfico aberrante, tanto como ese clima moral de los asuntos barriobajeros. España es una burbuja inmóvil. La influencia del mensaje, esa presión, su mera condición terrorífica que almacena derrames externos, internos, personales o ajenos, nos matará sin el menor reconocimiento antes de que lo detecte un análisis de sangre al entrar en tallleres. No se envejece, se ignora. No se aprende, se atiende.
Caminamos hacia el recurso fácil, sin curso alguno. Dentro de muy poco, ni siquiera seremos dignos de estudio. Pobres, débiles, cobardes, silenciosos. Sin el canto del loco y con el aplauso del tonto. Puro vocerío.
JUAN LUIS GALIARDO, EL CHEPA

Me quedo con ese Chepa para siempre. El abogado de oficio que ya no está de turno. Juan Luis Galiardo, magnífico actor, ya está con Antonio Flores y Félix Rotaeta. Han escapado juntos en busca de aquel tren, rumbo a quién sabe dónde.
Otros escribirán rápidamente los datos relevantes de su vida, a mí se me ha ido el Chepa. Un personaje próximo, creíble, comprensible, en manos del actor que bordaba el contorno de la pequeña pantalla, y me la hacía grande, inmensa, necesaria. Le ví en muchas películas, también en el teatro, pero no hubo otro como el Chepa.
“Juan Luis Galiardo ha muerto”, me ha dicho mi amiga. Ese frío inesperado que pone la piel de gallina me ha invadido por completo. Esa ausencia con la que forzosamente se cuenta, a partir de ahora, me ha dejado helada. Se ha ido una parte de lo próximo. Un pedazo de actor. Silencio, ya no se rueda.
Puedo escuchar su voz sin hacer un esfuerzo. Ronca, contundente, veraz. Veo esas enormes bolsas bajo los ojos, esos sacos de tiempo, esa postura. La gabardina sucia que paseó tanta lluvia. La trompeta que anunció cada capítulo. Esa España tranquila, sosegada, que acompañó los casos y las cosas. Me quedo helada, triste, porque falta. Desde el primer segundo falta, como los grandes, sabios, conocedores del telón y los aplausos. Maestro de tantos Estudio 1. En blanco y negro, en color, con el calor debido que transmite el oficio : Actor.
Gracias, Chepa.