SO-80. Poesía. 2008. 212 páginas. ISBN: 978-84-96687-82-0. 17 €.
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Habría sido el sucesor de Suárez y presidente del gobierno de España. Y eso se sabía. Lo sabía Felipe González y lo sabía Aznar. Y lo sabíamos muchas, aunque quizá no las suficientes, personas de éste país.
Mario Conde ascendió por sus propios medios. Nadie le regaló absolutamente nada. Ningún presidente de gobierno, presente o pasado, tenía ni tiene su historial académico. Ninguno era tan joven. Ninguno era tan guapo. Mario Conde era joven, guapo, inteligente como pocos, y rico. De las dos primeras cosas no tenía la culpa, se las dieron sus genes y su naturaleza. De la última, tampoco. Se lo ganó con su esfuerzo. Mario Conde no habría necesitado asesores de imagen, ni grandes campañas publicitarias, porque bastaba con su cerebro y con su presencia. Tampoco necesitaba más dinero.
Se supone que el presidente de un país debe ser eso. Que nos debe representar el más inteligente, el más honesto, el más preparado, y a poder ser, el más joven y el más guapo. Para dirigir, gobernar, levantar, respaldar, negociar, y representar a España.
Hablar bien de Conde sigue siendo arriesgado. De pronto te cuestionan hasta los amigos de toda la vida. Conocemos en profundidad su historia? No. Nos hemos preocupado de ir más allá de lo que dicen los medios de comunicación? No. Quién se cargó a Mario Conde? : Seguramente los mismos que le encumbraron, muertos de miedo. Un juego político perfectamente maniobrado. Le temían, porque sabían que a Conde nadie le haría sombra, nadie. Con qué facilidad se le llamó ladrón y estafador. Por qué se le metió en prisión un día de Navidad? Por qué, si hasta a la Pantoja la detuvieron de un modo mucho más amable? Para demostrar a toda España que los ricos también lloran?
El no lloró. Ingresó con la cabeza alta, y sólo ha bajado la cabeza al perder a su esposa, vencido por la tristeza. Qué feo es Aznar. Qué feo. No me lo puedo ni imaginar hablando con Mario Conde. Ni siquiera recordando a “la bella y la bestia”.
Ahora, que hemos visto y oído a un hombre triste ante lo inevitable, en un programa de televisión que muchos, dicen también no era el marco adecuado, nos sorprende la imagen ¿distinta? Del que fue una de las personas más poderosas. Pues yo creo que es el mismo de siempre. El triunfador, el preso, el hombre. Qué inmensa injusticia y qué gran error se ha cometido con Mario Conde. No le dejamos estar ni le dejamos ser.
“Ví la entrevista, y me acordé mucho de ti, porque siempre le defendiste, y ahora creo que puede que tuvieras razón”, me han dicho muchas personas. ¡Ahora¡ por qué ahora?
Porque aparece en un programa de la televisión, envejecido, triste, y hablando desde dentro? Si algo le ha derrotado, dicen, ha sido la muerte de su mujer. Ni la venganza, ni la traición, ni el hundimiento al que fue sometido pudieron con él. Su cabeza seguro que sigue siendo la misma, y es lo que siempre, siempre, le distinguirá del resto.
España perdió a un gran presidente de gobierno. Siempre he creído en la inocencia de Mario Conde.
ELLOS NO LO SABEN, PERO SERÍAN LA PAREJA PERFECTA
PARECIDA TRAYECTORIA
SERIEDAD, ESTILO...JEREMY DIJO UNA VEZ QUE LA ÚNICA ACTRIZ QUE NO LE PARECÍA UNA HISTÉRICA ES CHARLOTTE RAMPLING.
QUIEN SABE...
Amsterdam es una ciudad atrapadora. Se respira libertad y marihuana con una naturalidad que no debería sorprendernos, pero nos sorprende, porque el resto de las ciudades no son así. Si quieres fumar, te metes en un cofee-shop, compras un porro por tres euros y te lo fumas sin más.
Lo más curioso para mí son las putas. El barrio rojo es un enorme escaparate donde se muestran, sugerentes pero no guarras, en pequeños locales a pié de calle. Sonríen sinceramente, parecen felices. Yo nunca había visto prostitutas contentas, y las de Amsterdam lo parecen. Las de la noche son muy jóvenes y con cuerpos monumentales. Las de día mucho más mayores, con celulitis pero sin problemas.Por lo menos lo parece.
Las prostitutas de las calles de Barcelona son tristes.
Amsterdam es un lugar mágico donde aterrizar para contemplar la libertad en toda la extensión de la palabra.
Cuando la vida breve y a mitad del cuaderno se interrumpe el dibujo
Alienta sin aliento el final del camino, se preguntan
Los seres que ya han sido y los seres queridos, los cercanos
Los juegos de los niños, si tal vez intentamos el todo por el todo
Si fue lo suficiente, si lo hicimos , si arrimamos
El lomo hasta su lomo, si la mano
Fue amiga cuando fue necesario. Y por qué
Tan aprisa se borra una persona
Cómo se va tan pronto, por qué ayer, cuándo
Hablamos con ella por última vez. De saberlo
Podríamos regalar todas las flores, escuchar
Su canción entre todas las voces
Cambias nuestras agendas, dormir
Junto a su vida mientras las horas pasan
Decirle, yo me quedo, por encima de todo
Yo me quedo contigo.
Hay formas entre formas que jamás se adivinan
Hay una sola hora que no está en el reloj
Hay dioses en el mundo que no rezan por nadie
Personas que no tiemblan cuando llora el temor
Hay pañuelos sin nombre que arrugados te muestran
El paso por el tiempo y la vida que fué
La tuya, la mejor, la única, la eterna
La palabra en tu nombre para siempre jamás
Tu nombre, Sandra, siempre sobre el mundo
Tu presencia hoy divina nos puede rescatar
De la prisa, lo absurdo, lo que no importa tanto
De lo que ahora existe por encima de un cielo
Donde tu hermoso rostro ocupa su lugar.
Los asuntos no cuentan, se queda la memoria
La razón de haber sido y de vivir sin más
Tu nombre es para siempre entre los pájaros
El cordón no se ha roto sólo porque no estás.
Permaneces eterna , tranquilamente hermosa
Escalando la cumbre. Te buscaré
Al llegar.
La sentencia, contra la que cabe interponer recurso, se pondrá en conocimiento del CGPJ y del Ministerio de Justicia.
437 días en la cárcel un inocente joven de Motril - 01:50Más de un año de cárcel porque a la jueza se le olvidó gestionar su salida. Esta es la situación de un joven de Motril que se declara inhocente de los...Tags: noticias informativos teleideal joven cárcel Motril Granada jueza olvido inocenteAñadido: Categoría: NoticiasAutor: videosVotacion: 5.00 de 1 votosDónde estaba el abogado del joven de Motril mientras cumplía condena en prisión por un delito del que fué absuelto? Sería un abogado de oficio de los que miran el caso cinco minutos antes de entrar en la sala del juzgado? Por qué se acusa a la jueza cuando todos los documentos que llegan a su poder pasan por manos de distintos oficiales de juzgado supuestamente examinados y correctos? Es obligación de un juez controlar el trabajo de todos los funcionarios? El joven de Motril, estuvo sumisamente preso todo ese tiempo o no le extrañó demasiado su condena teniendo en cuenta sus antecedentes? Por qué ahora el abogado del joven de Motril es García Montes? Todas las monedas tienen dos caras. La realidad es que un toxicómano va a cobrar 103.000 euros en concepto de indemnización, ojalá que para su rehabilitación, pero lo dudo mucho. La noticia de este caso en la prensa alemana, plasma a España como un país de charanga y pandereta. |
Ahora que las cartas ya no tienen demasiado sentido, echo de menos aquellas cuartillas repletas de líneas torcidas donde yo te lo contaba casi todo.
Ahora que estar lejos parece muy cercano, seguramente me decida cualquier día de éstos a estrenar el famoso ave.
Ahora que te escucho tan triste como opaca, no me parece distinto a cuando nos contábamos las penas hace treinta y cinco años.
Ya sé que eso es mucho tiempo.
Ya sé que la vida es distinta y que todo gira alrededor de otras cosas que nunca habríamos imaginado.
Yo no sabía nada del futuro y tú tampoco.
Y creíamos tener pasado.
Ahora sí que el pasado nos aturde y atormenta.Pero
te diré una cosa: Sigues siendo una princesa
maravillosa.
Antes fango que tierra en creación pisada
Por soldados inútiles desfilando inocencia
Una guerra interior, otra mundial
Abeja reina, rey de la selva
Agujeros y casas donde transcurre el tiempo
Envejece un humano como muere un insecto
Antes o después pisoteado. Antes
O después, muerto.
No creas, si no quieres, lo que digo .Pero
tampoco pienses que te miento.
La música amansa fieras y entretiene hombres
Breve , después de todo, el círculo y el ciclo
Tiempo donde pasar sobre las cosas
Balanza equilibrada sólo cuando parece
Que el bueno se hace extraño y el malvado perenne
La fortuna no existe.
Habría sido todo mucho más sencillo
de poder repetir todo lo errado
nacer de nuevo un día conociendo el trayecto
disminuyendo viajes absurdamente
rectos.
He tardado ya mucho en descifrar un código
De valores. Humanos
En conocer mi sombra y en saberla perpetua
En no creer en dios ni en las señales
La mágica soy yo, lo sé hace mucho
Sobre este medio siglo generoso que apunta
El gesto que en mi rostro se genera
Yo quiero ser maldita y quiero ser gamberra
Hasta el final. Aspiro a ser la virgen , la meretriz privada
Inspiro los olores más prohibidos para saber qué
Pasa.
Y sobre todo ello existo.
Scott Wade es un tipo que hace algo muy singular con los cristales sucios de los coches: dibujos realmente extraordinarios.
Mirad la primera foto. El artista encuentra así los cristales.
A continuación, mirad en lo que se convierten los cristales sucios (11 fotos).
Pan es un amigo de los de toda la vida. Llegó a la mía hace muchos años, y se quedó para siempre. Le llamamos Pan por eso de “Peter Pan”, es igualito físicamente, y además, no quiere crecer por dentro, y es más bueno que el pan.
Pan es un desastre. Durante mucho tiempo, pensé que lo era porque sí, por sí mismo, porque estaba incapacitado para estructurarse mínimamente, porque no quería.
Pan es un gran informático. El mejor que he conocido y con el que he trabajado, siempre y cuando se le deje ir a su aire. Es incapaz de cumplir horarios y acudir puntualmente a una cita. Siempre me habló de su padre, médico, como el causante de todos sus desórdenes. Yo, sinceramente, creí que exageraba, que el mal hijo era Pan, no el mal padre el Doctor Colby.
Como Pan llega tarde a todas partes o no llega, hace un año que va en patines. Se los pone cuando se levanta y ya no se los quita en todo el día. Incluso algunas veces se ha dormido con los patines puestos. También lleva unas gafas sin cristales. Sí, sin cristales, pero no se nota. Las lleva para parecer mayor, porque aunque ya ha cumplido los treinta y dos, sigue pareciendo un adolescente. Aparece patinando, te mira, y de pronto se frota enérgicamente los ojos, ante los gritos de sorpresa de todos los que presencian semejante escena. El se parte de risa. Yo también.
De Pan puedo contar las anécdotas más disparatadas. He tenido que ir a buscarle, siempre de madrugada, a los lugares más insólitos. Una vez le detuvieron. Como siempre llega tarde, acostumbraba a ir por la calle corriendo. Un policía le paró y le detuvo porque su aspecto coincidía con el de un tipo que había robado un coche. Estuvo dos días detenido. Me personé en comisaría, y de pronto me encontré a mí misma hablando como una marujilla : “Mire usted, yo le juro que no ha hecho nada, es un chico atolondrado, pero incapaz de cometer delito alguno”.
En otra ocasión, me llamó a las tantas, ya había amanecido, y me dijo que estaba encerrado en un colegio, que las clases empezaban a las nueve y no podía salir.
-¿Pero qué haces tú ahí?, le pregunté.
-Me he enrollado con un profesor, guapísimo, estaba muy borracho, él ha desaparecido y yo estoy vestido de mujer, con plataformones y todo. Por favor, sácame de aquí.
Tuve que despertar a mi hijo mayor para que me llevara en su coche. “Ya, mamá, me dijo, como vuelvas a meterte con alguno de mis amigos, te recordaré ésta. Está chalado, pero le quiero mucho. Ay, Pan…”.
Su condición gay es un orgullo para él. Pan es el verdadero orgullo gay. Canta una canción del famoso dúo cómico “Martes y 13”, con la que yo me ahogo de risa: “Yo soy de España, señores, y en España yo he nacido, porque yo, soy natural…y aquí tengo mi bandera roja y gualda, “que igual dá”…vestido de lagartera, de albañil o de fiscal, que nadie en el mundo entero, de mí pueda murmurar…soy maaaaaricón, maricón, de España…siete letras como siete días trae la semana porque soy , maricón”. Lo hace con una maestría cómica única. Pan es un gran actor.
Un verano decidió dedicarse a fabricar jabón. Lo vió en una película de Brad Pitt. Nos pedía el aceite reciclado a todos los amigos, que apestaba a pescado y a carne refrita, compraba sosa y de todo eso salía una cosa compacta y negra que él aseguraba era jabón. Y pretendía comercializarlo. Su casa se llenó de piezas cuadradas negras que entre todos le comprábamos para, acto seguido, tirarlo a la basura, porque en lugar de limpiar, parecía que aquellos adoquines negros apestosos te iban a ensuciar sólo con la vista. Aquel mismo verano, una de las veces en las que acudí a su casa con bolsas de comida, pasta de dientes y demás, confundió el gel de baño con crema hidratante. Se quedó en la terraza tomando el sol y se durmió, rebozado de gel de baño. Al despertarse era una pura ampolla.
-Pero qué has hecho, Pan, que era gel de baño ¡¡¡
-No me he dado cuenta. Mira cómo estoy…
Las urgencias médicas, las saunas y los locales de ambiente gay son su segunda residencia, además de todos los domicilios de los amigos cuando le echan del último piso que no puede pagar. Porque nunca puede, y es que no sabe.
En el último año se ha dedicado a rodar documentales y videos musicales. Si se le deja a su aire, sin fechas de entrega ni horarios, es un gran profesional. Me mostró un documental , entre tímido y asustado, esperando mi reacción. Lo contemplé sin decir palabra. Al finalizar, me preguntó:
-¿Bueno, qué te parece?
-Pan, estoy muy orgullosa de ti.
-Ay ¡ de verdad? Nunca me habías dicho eso…
-Lo estoy. Es muy bueno, es realmente bueno, Pan.
Y se echó a llorar como un niño.
Hace ya mucho que se lo perdono todo. No sé si tiene remedio, pero es una de las personas más buenas que conozco. Y me siento en deuda con él, porque no he sido del todo justa. Su padre, el doctor Colby, al que nunca quise conocer, apareció en escena no hace mucho. Entonces comprendí muchas cosas.
-Oye, que mi padre está en el clínico, ha montado un numerito de los suyos.
-¿Qué pasa?
-Ha intentado suicidarse con horchata.
-¿Con horchata? ¿Pero tú estás borracho, Pan?
-No, yo no, mi padre sí. Ayúdame a ingresarlo en psiquiatría, que no quiere. Te digo que se ha intentado suicidar con horchata, y además, lo ha grabado todo en video.
El doctor Colby estaba en su casa, una mansión de más de cuatrocientos metros donde tiene su consulta privada. Se sentó en el salón azul, puso en marcha la cámara de video y empezó a despedirse mientras engullía tranquimazines y horchata. Doce botellas vacías se amontonaban sobre la mesa. Llamó a la sirvienta, Deby, para pedirle seis botellas más de horchata. A los pocos minutos se las llevó sin decir palabra. El doctor Colby estaba muy borracho. En el otro extremo del piso se celebraba la fiesta de cumpleaños de la novia del doctor. Se escuchaba el timbre constantemente y los invitados llegaban de tres en tres. Al ser la casa tan grande, ambos extremos quedaban aislados. Es decir, en la parte norte, el doctor Colby filmaba en video su suicidio mientras la sirvienta le traía más botellas de horchata como si tal cosa, y en la parte sur se celebraba un cumpleaños. Ambas partes parecían existir por separado ignorando fiesta y suicidio.
Pan y yo fuímos a casa del doctor. La novia estaba muy nerviosa.
-¿Pero cómo es posible que tú estuvieras en una fiesta y no te dieras cuenta de nada?
-Oye, Pan, tu padre es tu padre. No es culpa mía, es culpa de Deby, que no se dio cuenta de que se estaba suicidando.
No, me dije, si al final la culpa la va a tener la pobre sirvienta. Deby apareció con gesto despreocupado.
-Perdone, señorito Pan, pero el estado habitual del doctor es ése, borracho. Ayer mismo tenía la sala de espera llena de pacientes esperando, llegó borracho, hasta se cayó al suelo, y ningún paciente se fue, a pesar de verle con una merluza descomunal, se quedaron todos hasta ser visitados por el doctor. Borracho.
Yo estaba presenciando un espectáculo tan dantesco como cómico. Pan y yo nos dirigimos al salón azul.
-Espera, me dijo, vamos a ver el video.
El doctor Colby, balbuceando, decía : “Este es mi último mensaje para todos vosotros. Mi vida no tiene sentido. Mi ex mujer es una monja de clausura que no entiende nada de la vida y para quien soy culpable hasta de la bomba atómica. Mi hija mayor se pasea por Bélgica con una nariz de plástico rojo, como la de los payasos, y un gran cartel que dice: “Abrazos gratis”. Mi hijo pequeño es maricón y nunca lo voy a aceptar. Me voy para siempre y os deseo a todos que seais muy felices”.
Pan se reía a carcajada limpia. Yo intentaba no hacerlo, pero era muy difícil.
-“Este es mi padre. ¿Ves como no exageraba al hablar de él? Aquí tienes su último numerito, y menos mal que está grabado, porque si te lo cuento no me habrías creído…”
-Pues no, la verdad, no. Mira que he conocido chalados, pero como éste, ninguno.
-Imagínate entonces la infancia que he tenido, porque esto no es nuevo, esto es lo de siempre…
-¿Y tu madre?
-Mi madre, que es una santa, le dejó después de treinta años de matrimonio infernal, y encima el juez decidió dividir en piso en dos, porque mi padre tiene aquí la consulta, y se encontraban por los pasillos cuando ya estaban separados y con una sentencia absurda. Al final, ella se fue a vivir a Mallorca huyendo de mi padre, de la casa dividida en dos y de todos nosotros.
-Bueno, y ahora, ¿qué?
-Tiene que quedarse ingresado. Necesita un “shock”. Conozco a mi padre. Vamos a casa de Sonia y Ernesto.
Le dejé hacer y me dejé llevar. La hija pequeña de Sonia y Ernesto es mi ahijada, Piera.
Tenía entonces seis meses. Yo no tenía ni idea de los planes de Pan. Llegamos a casa de nuestros amigos y sin mediar palabra, suelta: “Sonia, necesito que me dejes a Piera una hora, sólo una hora”.
-No ¡¡ -exclamé- no serás capaz de lo que estoy pensando¡
-Completamente. Mi padre está como una cabra y no tiene arreglo. Necesita algo fuerte y muy impactante para reaccionar, después ya lo apañaré a mi manera.
Llegamos al hospital clínico con Piera en brazos de Pan. Entró en la habitación y el doctor Colby exclamó : “Pero quién es este bebé?”
-Mi hija Piera, papá. Quería decírtelo en el momento adecuado pero como no dejas de hacer barbaridades…
-Una niña ¡ una nieta¡ pero quién es la madre? Pero tú ….
-Fue una noche loca, papá. Pero su madre es una gran amiga mía, Sonia. No te preocupes por nada, la niña tiene padre y madre.
El doctor Colby se quedó ingresado en psiquiatría. Pan y yo regresamos a casa de Sonia y Ernesto a devolver a la pequeña Piera, que se portó como un ángel.
Pan desapareció, patinando, por la calle Balmes….
Sebastián decidió dejar Salzburgo, su ciudad natal, tras unas vacaciones en España.
Tanto él como su esposa, Julia, se habían quedado sin trabajo y añoraban el sol y la
playa, como tantos nórdicos. Se lanzaron a la aventura en quince días, sin conocer el
idioma pero encantados de iniciar una nueva vida con su hijo de ocho años, Leo.
Viajaron de noche bajo la luz de una hermosa luna llena. Según se alejaban de Austria
hacia Suiza y posteriormente hasta el sur de Francia, el termómetro del interior del
coche iba añadiendo grados a la temperatura. Sebastián condujo todo el tiempo sin
pronunciar palabra y sintiéndose fuerte e ilusionado. Dejaban para siempre el frío, la
nieve y la lluvia. Eran una familia feliz como pocas.
Veinte años de matrimonio, de unión verdadera, de amor de verdad. Todos sus amigos
se despidieron llorando, y ellos no lo entendían. El trajín de su marcha, todos los
asuntos que quedaban por resolver, como vender sus muebles, uno de los coches, y
preparar un equipaje para siempre, no les dejó el tiempo necesario a detenerse en la
reacción de los demás.
Su vida entera quedaba en Salzburgo. Sebastián sabía que nunca más volvería, que se
trataba de un viaje sin retorno. La vida ya tenía sentido en otra parte. España.
Había visto un anuncio en una revista alemana meses atrás. Un austríaco alquilaba casa
con jardín en la Costa Blanca, cerca de Calpe. El precio era muy económico. Sebastián
guardó el recorte en su bolsillo durante varios días, hasta que finalmente se decidió a
llamar. Bastó con ver aquel hermoso lugar para decidirse casi de inmediato.
Sebastián había trabajado siempre por su cuenta. Como restaurador de cuero, tatuador,
tapicero de coches y de barcos. Era un hombre tranquilo, emprendedor, metódico,
seguro de sí mismo. Llevaba una larga melena y acostumbraba a vestir de forma
aventurera, de hecho podía parecer un aventurero, pero no lo era. Amaba el mar, el
deporte, la montaña. Amaba a Julia.
En veinte años la habría engañado unas cuatro o cinco veces con rollos de una noche,
pero jamás había tenido aventuras. Era sustancialmente fiel a Julia, se podría decir que
comprensiblemente fiel, mucho más que cualquier otro hombre.
Julia era una mujer muy guapa. Morena, con los ojos pequeños y separados pero vivos,
brillantes y curiosos. Miraba feliz y transmitía una mirada feliz, porque ella lo era.
Supo crear su pequeño mundo casi a la perfección. Era un ama de casa ejemplar.
Todo estaba siempre ordenado, dispuesto, sin olvidar detalle. Sin embargo, no le
interesaba nada más que eso, su pequeño mundo, absolutamente nada más. No leía
libros, ni siquiera revistas, y no le preocupaba lo más mínimo desconocer el nombre del
presidente de Francia, por ejemplo. Tampoco se esforzaba en averiguarlo. Su vida
pasaba como el final de todos los cuentos: “Y fueron felices…”.
Trabajó en una guardería infantil y más tarde en un despacho de abogados. No se
trazaba grandes metas pero todo lo hacía con sumo interés consiguiendo sus propósitos.
No era elegante pero tampoco vulgar. Carecía de un estilo definido pero conseguía darle
a todo su toque personal, aunque a veces se vistiera de caja de bombones o pastel de
crema, como el día de su boda. Eligió un traje blanco, recargado, con volantes
imposibles y pliegues de más. Era horroroso pero estaba muy guapa. La felicidad
consigue muchas veces ensombrecer lo feo y lo que está de más. Su firma seguía siendo
la de una colegiala, siempre que la estampaba parecía hacerlo por primera vez, como si
acabara de aprender, quizá porque nunca necesitó hacerlo para cuestiones importantes,
puesto que exceptuando la de su acta matrimonial no firmó nunca nada especialmente
relevante.
En todas las fotografías aparecía siempre sonriendo. Ni sorprendida, pensativa o con
gesto de sorpresa. Julia sonreía siempre, consciente y sabedora de su resplandeciente
felicidad. La tenía y la sentía.
Era una persona simple con una vida simple. No quería más ni pedía otra cosa. Tenía lo
que quería, seguramente lo que soñó desde niña. Se hizo adulta junto al hombre que
amaba. Era una buena esposa, una buena madre y una buena persona.
España era un reto para Julia, no tenía ni idea de cómo resolvería el problema del
idioma ni qué tipo de trabajo podía haber para ella, pero no le preocupaba demasiado.
Su vida era feliz y tenía a Sebastián.
Los primeros años no fueron nada fáciles. No conseguía hablar español, su currículum
laboral no se traducía en especialidad alguna y carecía de historial académico. Buscó
trabajo pero no encontró lo que quería, por lo que durante el primer año no le quedó más
remedio que ser mujer de limpieza en distintas casas. No le gustaba, pero lo hacía. Al
final consiguió entrar como secretaria en la redacción de una revista turística alemana.
Sebastián tampoco lo tuvo nada fácil. Terminó haciendo pequeños trabajos de jardinero
y limpiando piscinas durante mucho tiempo hasta que pudo abrir un estudio de tatuajes.
Se encontraron con una situación desconocida rodeada de pequeños problemas a los que
nunca habían tenido que enfrentarse. La vida ya no era tan feliz, y aunque no podía
considerarse tampoco desdichada, sí estaba ya muy lejos de ser perfecta. La baraja se
rompía poco a poco con el pasar de los días. Ya no hablaban como siempre
acostumbraron a hacer, contándose las cosas cotidianas del trabajo de cada uno..
Llegaban cansados y descontentos. Julia de limpiar casas, Sebastián de limpiar piscinas.
No había un solo amigo con quien hablar, eran extranjeros y no habían tenido tiempo
material de crearse un círculo social. Su vida en Salzburgo había sido tan distinta que se
había convertido en el recuerdo de un sueño lejano.
A sus amigos les costaba creer que se ganaban la vida limpiando, incluso Julia lo ocultó
durante algún tiempo. Ella seguía siendo la mujer perfecta, pero alrededor de una
existencia que ya no lo era. Ni siquiera entonces pudo darse cuenta de que tanta
perfección no tenía sentido. Los armarios en orden, la ropa delicadamente doblada, ni
un plato sucio en la cocina, nada por lavar, los ceniceros vacíos, la cama siempre hecha
y sin una sola arruga, la colada semanal dispuesta y planchada, la cena hecha, la nevera
llena pero con lo justo, sin nada para improvisar. Ninguna luz encendida por descuído,
todas las puertas siempre cerradas, el suelo barrido y fregado, el lavabo sin rastro del
paso de persona alguna, ni siquiera un pelo en el suelo. Nada.
Tal vez por eso la unión empezaba a quebrarse. Sin discusiones, sin peleas, sin gritos.
Un alejamiento también perfecto. Y el silencio.
Habían sido felices mientras todo lo de alrededor estaba en orden. No pasaron por
problemas verdaderamente serios, no con la fuerza suficiente como para alterar sus
vidas.
Nunca discutieron. Nunca se levantaron la voz. Julia siguió sin saber el nombre del
presidente de Francia y sin molestarse en averiguarlo. Tampoco le importaba lo que
sucedía en el nuevo país donde vivían. No se esforzó en hablar el idioma y continuó su
existencia como si nada pasara.
El pequeño Leo se integró sin problemas, ajeno a la realidad de lo que sucedía..
Aprendió español en el colegio a pesar de llegar sin saber una sola palabra. Hizo
algunos amigos y se divertía con ellos los fines de semana. Sebastián, su padre, iba a
buscarle al colegio todos los días. Y fué entonces cuando conoció a Livia, que acudía,
como él, a buscar a su hijo. Estaba embarazada de ocho meses y era una mujer
bellísima. Hablaron desde el primer día. Ella le ayudó con varias gestiones burocráticas
con su residencia y le indicó cómo solucionar asuntos que para Sebastián eran en aquel
momento muy complicados como extranjero.
Se fijó en Livia porque para Sebastián, una mujer embarazada significaba algo
tremendamente especial y atractivo, la máxima culminación de la felicidad. Así
recordaba a Julia cuando esperaba a Leo.
Durante el año y medio siguiente continuaron encontrándose a diario, convirtiéndose
cada vez más en el inicio de una supuesta amistad, pese a que un evidente fondo de
deseo flotaba entre los dos desde el primer momento en que se vieron. No lo hablaban
ni hacían nada determinado que lo pudiera delatar, pero era evidente.
Una tarde, Livia le propuso que se vieran por la noche para charlar tranquilamente. Al
vivir en un pueblo muy pequeño y dado a las habladurías, Sebastián le propuso
encontrarse en una de las casas en las que limpiaba la piscina, que siempre estaban
vacías. Le dijo a Julia que había quedado con dos tatuadores de la zona. Fué su primera
mentira.
Acudió con dos botellas de vino. Pensaba que algo podía suceder, pero no estaba seguro
del todo. Livia le atraía con una fuerza desconocida. Le gustaba, la deseaba y
coqueteaba con ella de la misma forma que ella lo hacía con él. Nunca habían estado
sólos. Sebastián sabía que aquel primer encuentro significaba el primer paso de algo.
Livia estaba también casada. Su marido era muy conocido en el pueblo y gozaba de una
gran posición social y económica. Habían tenido una hija con problemas de minusvalía.
Era una mujer interesante. Descarada, divertida, ingeniosa e impulsiva.
Tras una larga charla en la que rieron animadamente, empezaron a tocarse. Varias
secuencias de besos entrecortados y con cierta timidez por parte de los dos, dieron
paso a las manos y los cuerpos. Livia le hizo una felación mientras Julia dormía
plácidamente esperando a Sebastián, quien, desde ese preciso momento, supo que
acababa de hacer algo irreparable, y que no era más que el principio.
Llamó a Klaus, su mejor amigo en Salzburgo. “Sé que no voy a salir de esto. Sé que lo
voy a destruír todo, pero no puedo evitarlo”.
Llegó a casa sintiéndose insoportablemente culpable. Miró a Julia. “Que no se dé cuenta
de nada, que no lo note…”. Fué la primera vez que no pudo dormir. Acababa de
inaugurar muchos años de insomnio y de mentiras. Su vida ya no era simple. Su
existencia había iniciado una pendiente peligrosa. Deseaba a Livia, casi la amaba, pero
seguía queriendo a Julia.
Antes de meterse en la cama, recibió un mensaje en su teléfono móvil. Era el primero de
la larguísima sucesión de frases cortas que vendrían a lo largo del día, a cualquier hora.
Era también la primera señal de un elemento nunca tenido en cuenta para estar
conectado con su amante. Llamadas, palabras, mentiras, encuentros. Quería encontrar la
forma de sentirse en paz pero no lo conseguía. Era una sensación completamente
desconocida, pero con un fondo placentero y excitante.
Veinte años junto a la misma mujer, sin una sola crisis, sin dudas y sin un momento de
celos. Sebastián se confundía por dentro y por fuera de la misma forma en que iba
aprendiendo a hablar español teniendo la mejor de las maestras, su ya amante Livia.
No podía dormir pero temía estar dormido por si hablaba en sueños. Se sentía nervioso
y no se lo podía permitir porque siempre fué un hombre tranquilo.
Los encuentros con Livia empezaron a ser cada vez más frecuentes y apasionados. “No
podemos dejar de follar con nuestras respectivas parejas porque se darán cuenta”, le
decía. Y ambos continuaron manteniendo sexo por las dos partes. Dos partes que
formaban un triángulo encendido, casi definitivo. Sebastián se había enamorado
perdidamente de Livia. Sus artes amatorias, dignas del kamasutra, le enganchaban más
y más deseando una nueva cita. Los mensajes por teléfono y las visitas inesperadas a su
taller de tatuajes le hacían sentirse distinto y vivo. Julia parecía no darse cuenta de nada,
por lo menos al principio.
Secretos, señales, silencios, respiración entrecortada en muchos momentos del día. La
mentira es insoportable al principio, pero se convierte en una costumbre si se practica
contínuamente.
Livia siempre quiso hacerse un tatuaje, y Sebastián ideó una forma ilegible para los
demás en la que dibujó las iniciales de los dos enlazadas. Las dos letras estaban
disfrazadas en un trival muy llamativo. Parecía un tatuaje más. Pero era la firma de dos
amantes que el marido de Livia tenía delante cuando se la follaba por detrás, porque
estaba justo en la nuca. Era el testigo de un poder privado, una revelación, casi una
misiva, el secreto mejor guardado con forma de dibujo, frente a la cara del encuernado
marido mientras se corría dentro de ella.
Julia empezó a sospechar. Demasiadas salidas, avisos musicales de mensajes en el
móvil, o quizá lo supo desde el principio y no quiso decir nada. Porque Julia no decía
nada hasta que un día se decidió a preguntar. La respuesta fué: “No”.
Un año, dos, casi tres viviendo sobre una mentira. Livia decía también muchas mentiras.
No sólo a su marido, también a Sebastián. Una vez y otra llegaron a planear separarse
para vivir juntos. Decían amarse mientras follaban como locos.
“ Eso de hacer el amor no existe, decía ella. Es follar, lo que existe es follar, se puede
follar con amor, pero es follar”. Y Sebastián la creía mientras ella tenía orgasmos
practicando el coito anal. Cada encuentro era una fiesta excitante para el que ella
preparaba un espectáculo determinado. A veces se trataba de un strip-tease de lo más
profesional, otras le llamaba por la mañana para decirle que se acababa de poner una
lavativa, señal inconfundible de sexo anal, su especialidad. Sebastián permanecía
excitado durante todo el día imaginando a Livia corriéndose y gritando como una loba
mientras se la follaba por el culo arañando el tatuaje como un gato en celo. Ella era una
gata rabiosa. El un hombre enamorado.
“Fóllame, más fuerte, fóllame, házmelo”, “Más, más, más…”. Julia preparaba la cena
mientras una de las casas con la piscina sucia era testigo del más peligroso de los
secretos. Una casa se rompía, se deshacía en silencio mientras otra se llenaba de jadeos
y palabras dignas del porno más duro. Al día siguiente había que limpiar la piscina
mientras Livia se limpiaba el coño, primero mojado por Sebastián, y durante la misma
noche, mojado por su marido.
Navidades, cumpleaños, aniversarios y demás fechas a celebrar se sucedían en una vida
rota que se había acostumbrado a la farsa. En todas las fotografías, Julia seguía
sonriendo mientras a Sebastián le salían canas y más canas. Su rostro se fué llenando de
arrugas reveladoras, cara de sueño, bolsas bajo los ojos y una inquietud permanente.
Llegaron a follar en el coche de Sebastián una tarde de invierno, ya entrada la noche, en
la plaza mayor del pueblo. Nada era suficiente y todo se hacía posible.
Iban juntos al supermercado a hacer las compras sin reparar en las miradas de la gente.
Todo el pueblo lo sabía. Absolutamente todo el pueblo.
“No puedo más. Voy a dejar a mi marido”, dijo Livia. Pero lo había dicho muchas veces
y nunca llegó a hacerlo definitivamente.
Julia empezó a salir por las noches. No frecuentemente, pero sí de forma extraña.
Seguían sin discutir ni preguntar. La casa continuaba en perfecto estado de revista.
Sebastián recibió una llamada del marido de Livia. “Te voy a matar, hijo de la gran
puta”. Lo sabía. No podía permitir que Julia se enterara por las habladurías del pueblo,
tenía que decírselo. Se lo diría, y dejaría a Livia. No quería romper su matrimonio ni su
familia. Seguía queriendo a Julia.
“Voy a decírselo todo y quiero intentarlo de nuevo con mi mujer. Todo esto es una
locura. Es mejor que no nos veamos durante algún tiempo”. Ella dijo que estaba de
acuerdo.
Sebastián llegó a casa. Atardecía y le dijo a Julia que la esperaba en la terraza porque
quería hablar con ella. Preparó dos sillas y dos copas de Baileys.
Le contó toda la verdad. Sin alterarse, pidiendo perdón constantemente, pero
reconociendo que se había enamorado de Livia.
“Lo sabía, cabrón, hijo de puta”, le dijo sin levantar la voz y con una sonrisa irónica.
Acto seguido empezó a llorar. Era domingo.
Sebastián salió hacia las montañas con su mehari. Regresó poco más de una hora
después. Julia seguía en la terraza bebiendo Baileys.
De nuevo se sentó junto a ella. “No quiero tirar por la borda veinte años de felicidad,
Julia. Perdóname, por favor, perdóname. Intentémoslo de nuevo”.
-De acuerdo, dijo ella. Pero yo también tengo que decirte algo.
-¿Qué? –preguntó sorprendido-.
-Yo también te he engañado.
-¿Qué?
-Que yo también tengo un amante.
-¿Tú? ¿Un amante tú, Julia?
-Sí, tengo un amante.
-¿Desde cuándo?
-No mucho. Menos de un año.
-¿Quién es?
-Un inglés. Es cantante de rock.
Sebastián se quedó atónito. Se habían estado engañando mutuamente durante largo
tiempo sin que él se diera cuenta de nada. Estaba tan ensimismado en su propio engaño
que no se le pasó por la cabeza la idea de que Julia le pudiera engañar a él. El engañador
engañado se quedó mirando al infinito mientras repetía la palabra perdón insistiendo en
empezar de nuevo.
La casa seguía estando limpia y ordenada. Nada podía revelar en su interior lo que
estaba pasando .Nada. Hizo la cena como todas las noches y cenaron con Leo como
todos los días.
Durante seis largos meses, Sebastián hizo lo imposible por ser el esposo perfecto. Livia
seguía visitándole en su taller de tatuajes con actitud provocadora y celosa, pero él no
flaqueó ni una sola vez. Quería a Julia, quería por todos los medios mantener la familia
unida. Ella se mostraba engreída y altiva. Una noche salió con dos amigas, según dijo.
Se escuchó el ruído del coche pasadas las dos de la madrugada, pero de pronto se
detuvo antes de llegar a la casa. Sebastián estaba despierto. Sabía que Julia siempre
paraba cuando la llamaban por el móvil.
-¿Quién te ha llamado? –preguntó al llegar.
-Nadie.
-¿Te ha llamado el ingles, verdad?. Me has mentido, le has visto esta noche.
-No.
-¿Seguro? ¿No me estás mintiendo?
-No.
A la mañana siguiente, mientras Julia se duchaba, revisó sus llamadas comprobando la
de un número desconocido justo a la hora en que el coche se detuvo. Llamó y contestó
una voz masculina en inglés.
“Como vuelvas a tocar a mi mujer, te juro que te mato”, dijo.
“Yo lo único que quiero es que Julia me deje en paz”, contestó el inglés.
Sebastián tiró la toalla. Todo estaba roto y no tenía arreglo posible. Demasiadas
mentiras en tres años, ya no se podía volver atrás. Sentía que toda la culpa era suya. Se
arrepentía tanto de haber dejado Austria…
-¿ Qué prefieres? –le dijo a su mujer. ¿Me voy yo y te quedas a vivir aquí, o quieres
quedarte tú?
-Ya me voy yo, respondió.
Y se fué dejando la casa perfectamente limpia y ordenada.
Sebastián volvió a ver a Livia. Follaron apasionadamente durante toda la noche. Antes
de marcharse, le dijo:
-Me he separado definitivamente de mi mujer. Estoy sólo. Ahora ya podemos vivir
nuestra propia vida tal y como habíamos planeado.
-Yo nunca te dije que me separaría de mi marido.
-¿Qué estás diciendo, Livia?
-Era un juego, no era más que un juego. Yo no voy a separarme de mi marido.
Y se marchó mientras Sebastián la imaginaba llegando a su casa, y la veía desnuda,
gimiendo como una perra, mientras su marido se la follaba por detrás contemplando el
tatuaje. Era la única señal que quedaba de toda la historia. Un dibujo en la nuca,
escondiendo las iniciales de los dos. Y él se sentía como si le hubieran pegado un tiro en
su propia nuca, por detrás, a traición, de la misma forma en que él había traicionado
durante tres largos años a Julia.
Se quedó sólo, en el salón, llorando como nunca recordaba haber llorado en toda su
vida. Dos meses después. Julia se fué a vivir con el cantante de rock inglés,
entregándole a Sebastián la custodia de Leo sin poner ningún tipo de problema. Había
sido la mejor esposa, la mejor amiga, pero ya no era la mejor madre. Se despojó de Leo
con una facilidad tan asombrosa que daba miedo.
En aquel mismo salón permanecía colgada una foto familiar. Julia sonreía de la misma
forma en que la había visto sonreír el día anterior. Parecía que nada, absolutamente nada
había cambiado. Imaginar a Leo separado de su madre habría sido una idea de locos
pocos meses atrás. Había sido la mejor madre con marido, pero ya no lo era sin su
marido. La vida simple y la casa perfecta carecían ya de sentido, aunque seguramente ya
la había reproducido con otro hombre y en otro lugar. Se cuestionó entonces si Julia era
realmente una buena persona y dejó en suspenso la respuesta. No quería asegurarlo pero
ya no podía afirmarlo.
Julia sigue sin saber el nombre del presidente de Francia, tampoco el de España ni el de
ningún otro país. Tiene otro pequeño mundo, otro pequeño hombre y otra pequeña casa.
Livia visitaba llorando a Sebastián en su taller de tatuajes dos o tres veces por semana.
La conversación entre ellos siempre era la misma:
- Sebastián, es que yo te amo de verdad, repetía entre lágrimas.
- Livia…decía él.
- ¿Qué?
- Hazme un favor…
- ¿Qué?
- Déjame en paz…
Azul marino, cobalto, prusia, verde mar. Azul
Intenso sobre la contraseña de los ángeles
Azul, tinta, luna ultrajada
Camaleón cansado de seguirte
Pentagrama
Isla de las hormigas que duermen entre líneas
En espera del alba por la clave de sol.
Tu piel era sensible a la mañana
Dormías contra el tiempo e insistías al mar
Llévame , así llorabas, antes
De saber pronunciar la sílaba del mal.
Has sido azul como la luz de Africa
Antes de descubrirme, te encontré
No me manchaba el mes , nunca
Tardaba
Tanto en aparecer el ciclo de la vida
Torre de la existencia y cuesta arriba
Azul, yo te decía
Con cara de saberlo más que todas las químicas
Mis ojos de esperanza tibia y acorde
De guitarras. Lo sé yo, repetía.
Conozco la razón de cada brújula
Entiendo esos sonoros avisos de partida
Lo que sale de mí será el océano
te daré la palabra sobre todas las Biblias
esperaré, paciente, tu llegada
yo
te daré
la vida.
Elena llegó a su trabajo como casi todas las mañanas, impecablemente vestida,
perfumada y arreglada. La recepcionista la saludó con una sonrisa excesiva. Según se
acercaba a su despacho, se percató de que todos la miraban, pero no como siempre.
Parecía que se reían de ella. Volvió la vista atrás para comprobarlo. Efectivamente, se
estaban riendo a sus espaldas. Buscó algún defecto en su ropa, tal vez alguna mancha.
Se miró la falda, contempló con detenimiento sus medias por si tenían alguna carrera.
Nada.
No era el día de los inocentes ni tampoco una fecha especial. Nunca se habían reído de
ella, era una ejecutiva muy respetada. Simpática, conciliadora, divertida. Nadie conocía
su vida privada. La empresa era demasiado grande, con muchos trabajadores, y había
escuchado tantos comentarios jocosos sobre cuestiones íntimas que desde el principio
decidió protegerse. No dijo jamás una sola palabra sobre sí misma. Su posición lo
permitía, puesto que era una directiva.
Con cierto nerviosismo, se sentó al fin en su butaca y abrió el ordenador. Tenía un
correo que decía : “urgente” en el campo del asunto. Era de uno de sus colegas de la
central de Madrid.
“Elena, alguien te ha hecho una putada muy gorda. Ha mandado al correo genérico, el
que recibe toda la empresa, unos correos reenviados desde tu dirección privada de
yahoo de lo más encendidos y apasionados a un tal Miguel. Toda la empresa los ha visto
y no se habla de otra cosa. Ten cuidado, parece que alguien pretende hundirte. Aquí me
tienes, para lo que quieras. Arturo”.
El corazón se le salía del cuerpo. Ella misma los había recibido también. Gran parte de
los correos encendidos que había enviado y recibido su amante, estaban a la vista de
toda la empresa. Por eso las risitas, se dijo.
El director general, siempre muy correcto con ella y especialmente contento de su
trabajo, la llamó inmediatamente.
“Espero que esto tenga una explicación, Elena. No estamos en una peluquería ni en un
programa del corazón, es vergonzoso. No tengo ni idea de quién ha podido hacer algo
así, porque hemos intentado localizar el servidor desde donde se han hecho los envíos,
y resulta que está en Lima, en Perú”.
-¿Qué? –dijo mientras intentaba reaccionar. Yo tampoco tengo idea de quién ha podido
hacer algo así, estoy muerta de vergüenza, no conozco a nadie en Lima, todo esto parece
una pesadilla, por favor, déjame reaccionar…
-Elena, soluciona esto de inmediato o voy a replantearme muchas cosas con respecto a
ti.
-Te repito que yo no sé nada de todo esto, soy la primera sorprendida y no sé dónde
meterme, todos se ríen a mis espaldas, ni siquiera me atrevo a abrir la puerta del
despacho, estoy encerrada y encogida, no tengo enemigos, que yo sepa…
-Es obvio que sí tienes uno, Elena. Soluciónalo cuanto antes.
Leyó detenidamente todos los correos. Aparecían tanto los que ella le había escrito a
Miguel como los que él le contestaba a ella. Era un ir y venir de declaraciones
amorosas, palabras encendidas y deseos escritos. Todo. Sus entrañas al alcance de todo
el mundo, en pública subasta, sus más íntimos sentimientos publicados a diestro y
siniestro.
Pero aquello no había hecho más que empezar. A los pocos minutos, el director general
la llamó de nuevo. Los mismos correos habían sido enviados a todos los clientes de la
empresa. A todos.
-Elena, vamos a tomar medidas drásticas en este asunto. Entiendo que alguien diabólico
ha querido perjudicarte, pero esto no va a quedar así de ninguna manera.
-Por supuesto que no, respondió. Voy a denunciarlo a la policía ahora mismo.
Miguel le había dado los buenos días, como todas las mañanas, a través de un cariñoso
mensaje por el teléfono móvil. Se veían todos los fines de semana puesto que él vivía en
Madrid, y Elena en Barcelona. Estaban planeando y organizando su vida juntos para el
próximo año.
Ante semejante situación, le llamó desesperada contando lo sucedido.
-Elena, mi amor, cuánto lo siento…espera, tranquilízate, es culpa mía soy un imbécil…
-¿Culpa tuya, por qué? ¿De qué estás hablando?
-Anoche me llamó una chica con la que estuve liado dos meses, sólo dos meses, y
mucho antes de conocerte…
-¿Es de Lima, es peruana?
-Sí.
-Es ella, entonces es ella. ¿Pero cómo ha podido acceder a tu correo?
-Vivimos juntos dos meses. Yo confiaba en ella y le dí la contraseña de mi correo, no se
me ocurrió cambiarla, no pensé …
-Dios, Miguel, por favor…
-Ha entrado en mi correo, ha visto todos nuestros mensajes y se ha vuelto loca, loca …
-¿Loca? No, perdona. Es una hija de puta. Lo ha hecho para hacer daño, y a mí, que ni
la conozco…
-A mí no podía hacérmelo, y lo sabe. Por eso ha ido a por ti … lo siento, lo siento en el
alma, Elena…
-No puedo más. Ahora mismo me saco un billete para Madrid y me voy.
-Sí, por favor, ven…
Abrió violentamente la puerta. Parecía que todos la estaban esperando. Se puso el
abrigo mientras decía en voz alta: “ Alguien me ha querido hacer una gran putada.
Tengo novio, y lo que habeis leído todos son los mensajes de dos enamorados. Me voy
a denunciarlo a la policía, y después a ver a mi novio a Madrid”.
Tras perder varias horas en comisaría, finalmente le dijeron que cursarían la denuncia,
pero que no se podía hacer absolutamente nada. Los correos seguramente habían sido
enviados desde algún ciber de Lima, y era imposible conocer la identidad de la persona
que lo había hecho.
Miguel la esperaba en el aeropuerto. Lo siento, lo siento, repetía.
-¿Pero cuándo la conociste?
-Unos seis meses antes de conocerte a tí.
-¿Y cómo?
-Por el Chat. Ella entró a hablar conmigo, me pareció simpática, me mandó una foto, era
muy guapa, y quedamos un día para vernos. Nos liamos enseguida. Vivía con una tía
suya, o eso me dijo, porque ya no me creo nada de nada…
-¿Y te fuíste a vivir con ella?
-Sí. Había llegado a España hacía un mes, quería quedarse, pero no encontraba trabajo
sin papeles. Le dije que viniera a vivir conmigo, me gustaba mucho, creo que incluso
estuve a punto de enamorarme de ella…
-¿ Y entonces?
-Ella no trabajaba, se pasaba todo el día en casa. Yo llegaba y me la encontraba sentada,
leyendo o redactando correos a sus amigos en Lima. Empezó a borrarme direcciones,
mensajes de amigas mías…
-¿Pero tú te dabas cuenta?
-Al principio, no. Pensé que tal vez eran errores de envío, qué sé yo. Pero todo en ella
era muy extraño..
-¿Por qué?
-Por todo. Lavaba su ropa a mano, yo le dije que por qué no utilizaba la lavadora, y me
dijo que no porque la ropa se le rompía. Más tarde me confesó que nunca había tenido
lavadora y que no sabía cómo usarla. No limpiaba la casa porque temía romper algo,
tampoco sabía lo que era un aspirador …
Tenía una hija de cuatro años en Lima. Me dijo que allí trabajaba como visitador
médico para unos laboratorios…la realidad es que la cosa no funcionaba, me mentía,
empecé a desconfiar de ella…
-¿Y no se te ocurrió cambiar la contraseña de tu correo?
-No, la verdad es que no, porque no tenía nada que ocultar…
Elena le miraba fijamente. Conocía a Miguel, se lo podía imaginar sin demasiado
esfuerzo metido en una historia de ese tipo sin valorar las consecuencias. Era un
hombre tranquilo y confiado.
-¿Tienes alguna foto suya?
-Sí, precisamente hace poco pensaba en romperlas…
Le mostró varias fotografías. Era joven, por lo menos diez años menos que Elena, con el
pelo negro y lacio, casi hasta la cintura. Sus ojos negros, grandes, y una boca sensual
perfectamente dibujada. No era guapa. Era guapísima. Exótica, salvaje, pero con gesto
triste y audaz al mismo tiempo. Su mirada estaba fija en alguna parte, seguramente
miraba al objetivo.
-¿ Era buena en la cama? Le preguntó.
-No sería esa la expresión exacta.
-¿Ah, no?
-No. Al principio parecía tímida. Cuando se acercaba la fecha del vencimiento de su
permiso turista, fuímos a una gestoría para informarnos de qué se podía hacer para que
se quedara. Y lo único que se podía hacer era casarse. Yo no estaba dispuesto a casarme
con ella, primero porque sólo hacía dos meses que la conocía, y segundo porque ya no
confiaba en ella. Ahí empezó lo más sorprendente.
-¿Qué?
-Pasó de ser una mujer tímida en la cama a convertirse en una verdadera experta, de la
noche a la mañana, como por encanto.
-¿Cómo? ¿Qué hacía?
-Elena, no pretenderás que te lo cuente…
-Pues mira, sí. Ya que ella me ha hecho pasar la vergüenza más grande de mi vida,
ahora me lo vas a contar…
-Pero mujer, esas cosas no se cuentan …pretendes que te detalle cómo me follaba a
otra?
-Sí. Quiero saber cómo, qué hacía…
Miguel se levantó entre risas para servirse una copa. Preparó otra para Elena. Brindaron
juntos y se abrazaron amorosamente. Sin separarse del todo, él empezó a hablar.
-El mismo día en que volvimos de la gestoría le dije que yo no me quería casar con ella.
Nuestra conviviencia no funcionaba, nos separaban muchas cosas, pero sobre todo las
mentiras que ella me contaba. Mentía muy mal, por cierto. Era insoportablemente
celosa. Justo ese día, por la noche, empezó a actuar en la cama como si se tratara de otra
persona. Yo me quedé tan sorprendido como encantado. “¿Quieres que sea tu puta?”,
me preguntó. “Quieres que sea tu zorra?”, continuó diciendo. Yo me puse a cien.
“ Fóllame, cabrón, demuéstrame que soy tu puta, llámame puta”. No paraba de hablar
con voz sugerente, fóllame, más, dame más, llámame zorra, repetía. Le seguí el juego,
me gustaba muchísimo, la verdad. Era evidente que intentaba ganarme por la cama, eso
me pareció muy bajo, pero al fin y al cabo entendía que estaba haciendo todo lo posible
por no volver a Perú. Así continuó un día tras otro y en cualquier parte, de pronto en la
cocina, en el jardín, en el salón, como una loba en celo. Incluso algunas veces la
rechacé, porque me sentía utilizado, como una máquina, pero me gustaba. Gritaba como
una loca, se excitaba muchísimo, y yo también. Un día, mientras follábamos, me pidió
que la apretara los pezones, más fuerte, me decía, más, verás como llego al cielo y tus
manos hacen que me salga un chorro de leche…y me quedé de piedra cuando pasó,
porque pasó, le salió un chorro de leche disparado, me corro, decía, me corro por las
tetas, dame tu leche que yo te doy la mía, sigue, más fuerte, fóllame, llámame puta…
Yo me sentía un dios, la verdad, me volvía loco pero la estaba tratando como ella me
pedía, como a una puta, y me follaba dos y tres veces al día mientras la fecha de su
permiso turista estaba a punto de caducar. Mientras más se acercaba la fecha, más
guarra se ponía, como loca, hasta que no pude más porque me sentía culpable. Yo no
hice nada para que se comportara así, pero me gustó mientras lo hizo, como me habría
gustado que lo hiciera desde el principio, pero su cambio no fué gradual, fué radical,
justo el mismo día en que visitamos la gestoría…decidí cortarlo, no me parecía justo y
me la quité de encima. Saqué un billete para Lima y conseguí que se marchara. No la
eché de menos ni un solo día, me sentí liberado, no pensé en la maldita contraseña de mi
correo. Está claro que ha entrado y ha leído todos nuestros mensajes, me la puedo
imaginar, enferma de celos y capaz de todo. Sabe que a mí no puede hacerme daño, y ha
ido a por ti …
-Eso de que le saliera leche de los pezones por excitación sexual es mentira, Miguel.
Fisiológicamente imposible. Habría tenido algún aborto reciente…
-No. Un amigo mío me contó que le pasó también con una mujer, que es posible.
-No lo es. Te digo que no. A saber de qué mil leches estaba o había estado preñada.
-Elena, no hables así de ella, por favor.
-¿Qué? Mira, no me vengas con el cuento de la pobrecita sin papeles, porque es una hija
de puta, peruana o de Badajoz, que me dá lo mismo. Es una mala persona, es peligrosa,
no tiene freno. Ni desde Perú se va a quedar de brazos cruzados. Tenía un objetivo y le
ha salido mal, y hará cualquier cosa por joderme a mí, como ya ha hecho hoy…
-Sí, tienes toda la razón, perdona. No debí haberte contado todo esto…
-¿Por qué no?
-Porque no , Elena. No es justo que te diga todo lo que acabo de decir.
-¿Qué pasa? ¿ Esa puta en celo era mejor que yo en la cama?
-Elena, por favor, cómo se te ocurre…
-Pues bien que te gustaba, tú mismo lo has dicho…
-Porque me lo has preguntado, y porque confío en ti plenamente.
-¿Seguro?
-Completamente seguro, Elena.
-Perdona, estoy muy nerviosa, no sabes lo que ha sido, qué vergüenza…
Miguel la abrazó de nuevo. Aquella historia la había puesto caliente, muy caliente. Se
reía de sí misma al comprobarlo. Hicieron el amor mientras ella se apretaba
con fuerza los pezones. “ Hazlo”, le dijo a Miguel. “Aprieta, fuerte, a ver si es verdad,
estoy a cien, aprieta con fuerza…”. Al día siguiente se levantó con un terrible dolor. Las
sábanas estaban manchadas con pequeñas gotas de sangre. Se miró el pecho
temerosamente. Sus pezones estaban destrozados, maltrechos, sangrantes y con
pequeñas heridas que escocían con el roce del sujetador. No se lo puso. Intentó olvidarlo
durante casi todo el día, pero era imposible. Le dolía mucho.
-Miguel, por favor, acompáñame a urgencias.
-¿Qué te pasa?
-Mira...y le mostró el pecho, sollozando.
Llegaron al hospital casi de noche. Elena no dejaba de llorar mientras inventaba algún
argumento lógico para semejante bochorno. Cómo iba a contarle a un médico la verdad.
Pensó que en las urgencias estarían acostumbrados a ver de todo, pero ella jamás se
había encontrado en una situación semejante. Había pasado la vergüenza más grande de
su vida el día anterior y se encontraba de nuevo con la misma vergüenza, camino de un
centro médico y con los pezones destrozados.
-Miguel, voy a decirle al médico la verdad.
-¿La verdad de qué?
-De todo. Que me provocó la historia que me contaste y quise comprobar si es cierto
que puede salir leche de los pezones por excitación sexual.
-¿Pero cómo se te ocurre decirle eso a un médico, como si fueras una cualquiera, una
depravada, ó una enferma mental?
-¿ Más que tu puta la de Lima?
-Elena, todo esto nos está afectando demasiado…
-A mí por supuesto. A ti seguro que no, por lo que parece. La que está en boca de toda
la empresa y con los pezones en carne viva soy yo. Tu polla y tu buen nombre, que
seguramente van unidos, están divinamente.
-No voy a permitir que esa cazadora nos haga discutir de esta manera.
-¿Cazadora, la llamas? ¿Por cierto, cómo se llama?
-Mariana. Mariana la cazadora.
Empezaron a reírse mientras las luces del hospital aparecían tímidamente en el camino.
Miguel se quedó en la sala de espera mientras llamaba a uno de los restaurantes
favoritos de Elena para hacer una reserva. Pidió que colocaran un ramo de rosas rojas en
el centro de la mesa. No esperó demasiado.
Elena apareció acompañada del médico, que se dirigió a él de forma severa y desafiante,
diciendo: “ Tiene lesiones en ambos pezones que precisan tratamiento y tardarán algún
tiempo en curarse. Debería usted respetar el oficio más antiguo del mundo, por mucho
que pague. Una mujer que se gana la vida con su cuerpo merece un respeto, señor mío
Ella no quiere denunciarle auque yo he insistido en que lo haga. Ha tenido mucha
suerte, caballero”.
-¿Pero qué está diciendo?
-Déjelo, doctor, intervino Elena. Estoy acostumbrada a este tipo de incidentes, soy una
puta al fn y al cabo. Por cierto, quería hacerle una pregunta. Es posible que por
excitación sexual salga leche de los pezones?
El médico permanecía con cara de póker. “No exactamente, dijo. Cuando eso sucede es
debido a un aborto reciente o a algún tipo de desarreglo hormonal”.
-Muchas gracias. Buenas noches, dijo Elena .
Miguel estaba completamente confundido. La miraba sin acertar a creer lo que había
hecho.
-¿Le has dicho que eres una puta?
-Si.
-¿ Pero por qué?
- Me ha parecido lo más comprensible y lo más sencillo. Así no tenía que dar más
explicaciones…
-Pero Elena, por favor, si lo pone hasta en el parte de urgencias,¿ no te dá vergüenza?
-No más que la que pasé ayer en mi trabajo. No, sinceramente, no. En menos de dos
días he deseado que me trague la tierra, y ahora me encuentro en Sevilla, saliendo de un
hospital, y con el pecho vendado…si lo cuento no me cree nadie.
-Ni se te ocurra contarlo.
-¿Por qué no? Me he pasado la vida haciéndome la interesante, sin hablar de mí a nadie,
para ser respetada. Y mira cómo me veo aquí y ahora por culpa de Mariana la cazadora
de Lima…si parece un culebrón, por dios…
-Por favor, tranquilízate, vamos a cenar. Tengo una sorpresa para ti.
-¿Otra? He tenido suficientes por hoy…
Ni siquiera se mostró ilusionada al comprobar que Miguel había elegido su restaurante
favorito. Tampoco miró las rosas. Pidió un gin tonic mientras se palpaba los vendajes
del pecho.
-Miguel…
- Dime, amor…
-Llámame puta. Desmuéstrame que soy tu zorra. ¿A que no puedes?
-No, claro que no. Esa no eres tú, no va contigo.
-¿Por qué no?
-Porque no lo necesitas, no te gusta, no me gusta tampoco a mí.
-¿ Y a ella le gustaba?
-Sí, mucho. Ya te lo he contado, por favor, olvidemos esto…
-No sé si puedo.
-Sí puedes. Estás muy por encima de estas historias. Eres la mujer que amo y con la que
quiero compartir el resto de mi vida.
Sus palabras consiguieron relajarla. Le dolía mucho el pecho y no tenía demasiadas
ganas de hablar. Miguel la observaba con cierta compasión. No era justo que todo
cayera sobre Elena y no sabía lo que podía hacer para que se sintiera mejor, pero
decidió que no era el momento para pedirle que se casaran. Esperaría al día siguiente.
Mientras esperaba que el camarero le trajera el comprobante de pago de la tarjeta de
crédito, ayudó a Elena a ponerse el abrigo.
-Señor, disculpe… -dijo el maitre en voz baja-. Su tarjeta ha sido rechazada por el
banco.
-No puede ser.
-Lo hemos probado tres veces, señor. Y la máquina no la acepta.
-No importa, dijo Elena. Pagaré yo.
Miguel conducía con gesto de preocupación. No decía nada. Fumó dos cigarrillos
seguidos, algo que no acostumbraba a hacer prácticamente nunca.
-¿ Y ahora qué te pasa? –dijo Elena.
-La tarjeta. Es imposible que el banco la rechace. No puede ser.
-Qué tontería. Será la máquina, no le des más vueltas.
-No. Espera a que lleguemos a casa.
-¿Por qué?
-Ella me vió hacer transferencias por Internet, pagar con la tarjeta…
-¿Qué? ¿ Estás diciendo que te ha podido vaciar la cuenta?
-Después de lo que te ha hecho a ti, es perfectamente posible.
-Pero para eso hay que ser un profesional, hombre, ella no, es una pobre chica…
-La necesidad tiene cara de hambre. No la subestimes. Espera a que lleguemos a casa.
Creo que es capaz de todo.
Aceleró. Llegaron apresuradamente y encendieron el ordenador portátil. Miguel intentó
hacer una transferencia a la cuenta de Elena. “Su saldo no es suficiente. Consulte con su
banco”. Probó a sacar un billete de avión con la tarjeta de crédito. “ Su tarjeta ha sido
rechazada”. Lo probó hasta cuatro veces de las dos formas. El mismo resultado.
-Lo ha hecho. Es ella. Está clarísimo. Debió entrar en mi correo, leer los mensajes, se
puso como loca al saber que amo a otra mujer, te hizo la putada, y de paso me ha
vaciado la cuenta y la tarjeta de crédito.
-Miguel, hay que denunciarlo inmediatamente. ¿Cuánto tenías en la cuenta?
-Unos diez mil euros. Mas el crédito de la tarjeta, en total unos trece mil. Menuda fiesta
se estará pegando en Lima la hija de puta…
-Dios mío, Miguel, qué mala, qué retorcida, qué …
-Todo lo que digas y más, es increíble…No tengo un euro.
-Yo te doy dinero, por eso no te preocupes…anda, ya pasará. Si en el fondo es
cómico..mírate y mírame…
-No tiene ninguna gracia, Elena. Esa mujer es un monstruo. Estoy sin un euro y
precisamente este mes tengo que afrontar unos gastos muy grandes.
-Te digo que no te preocupes, yo tengo algo ahorrado, puedo hacerte una transferencia
por Internet…
-No, Elena, lo que faltaba…
-Anda, déjate de tonterías. Lo hago ahora mismo. ¿Cuánto necesitas?
-Treinta mil.
Al día siguiente tenía que volver a Barcelona. Su avión salía temprano. El pecho le ardía
como fuego, se tocó la frente, parecía tener algo de fiebre. Decidió acostarse mientras
Miguel seguía trabajando en el ordenador portátil.
Se quedó profundamente dormida. Al despertar, Miguel no estaba en la cama. Le llamó
pero no respondía. Pensó que seguramente había salido a comprar algo para desayunar
mientras preparaba su pequeña maleta. Entró en el lavabo. Algo extraño flotaba en el
ambiente. No estaba el cepillo de dientes, ni la espuma de afeitar, ni la loción…no había
un solo objeto de Miguel. Sobresaltada, abrió los armarios del dormitorio: Estaban
completamente vacíos. Le llamó insistentemente al teléfono móvil, pero estaba
desconectado. El ordenador había desaparecido. Le dolía muchísimo el pecho. No podía
perder el avión bajo ningún concepto. Asustada y nerviosa, salió del piso en busca de un
taxi hacia el aeropuerto. Tenía fiebre, se sentía débil y casi desorientada. Seguía
llamándole, pero nada. La megafonía informó que su avión llevaba retraso, y al
escucharlo se echó a llorar desconsoladamente. No entendía nada. No sabía qué pensar,
sólo tenía miedo, mucho miedo, y quería volver a Barcelona, a su casa.
Estoy viviendo una pesadilla, se decía, todo esto es un mal sueño, dónde está
Miguel…no tenía respuestas para nada pero tampoco quería hacerse preguntas. Maldita
mujer, qué es todo esto, qué ha pasado en dos días, cómo estoy, herida , con el pecho
vendado por culpa de una zorra que me ha provocado…sentía haber estado siguiendo el
juego de alguien, estúpida, tonta de remate. Alguien se estaba riendo en alguna parte, en
Lima seguramente…Lima….pensaba en el nombre de esa ciudad cuando escuchó :
“Pasajeros del vuelo con destino a Lima efectúen su entrada por la puerta veintiocho”.
Algo la impulsó a correr hacia allí, inexplicablemente. Era una cuestión de piel,
puro instinto animal. Corría como una liebre, sudaba, Lima, Lima, se decía una y otra
vez. Al llegar a la puerta veintiocho cerró los ojos con fuerza. Los abrió de nuevo para
contemplar la imagen de Miguel entregando su tarjeta de embarque a la azafata.
Nunca una espalda le había provocado tanto miedo.
Desde niña he vivido el Sant Jordi, año tras año, y he salido a la calle en busca de esa hermosa explosión de rosas por toda la ciudad acompañadas de los puestos de libros. El paseo es largo y alegre, no recuerdo un Sant Jordi sin sol, y supone, además, aparcar los abrigos en el armario definitivamente para llevar alguna chaqueta liviana bajo el brazo.
Libros, rosas y sol, qué más se puede pedir un miércoles. Cada año una novedad, en cuanto a las rosas, éste 2008 ha creado pétalos arco-iris, sí, cuidadosamente teñidos, rosas de colores para el orgullo gay. Divertido.
Siempre me invitan a la presentación del libro de algún amigo, es una jornada distinta, de felicitaciones, de larguísimos paseos por Rambla Catalunya, Paseo de Gracia y Ramblas.
Este 2008, digo, me he dedicado a contemplar uno a uno a los “escritores”, caseta a caseta, y la reacción popular al respecto. ¿Qué compra la gente en este día espectacular?
Carlos Ruiz Zafón colapsó el centro de Barcelona durante la firma de su último libro: “El juego del ángel” (Planeta).Fué el libro más vendido en castellano. Segundo: Chufo Llorens, con la novela histórica “Te daré la tierra” (Grijalbo/ Rosa dels Vents), tanto en edición castellana como en catalán.
Najat El Hachmi, premio Ramón Llull con “L´ultim patriarca” (Planeta) y “Jo també soc catalana”, escritora marroquí fotografiada hasta la saciedad, ejemplo de integración y perfecto personaje mediático para los restos de los restos de ésta nuestra tierra.
Boris Izaguirre, finalista del Planeta con “Villa Diamante”, produjo larguísimas colas con gritos incluídos mas petición de foto. Risto Mejide, otro mediático, jurado impertinente de “Operación Triunfo”, que ha escrito algo, cómo no, pero no sé qué, ni me interesa lo más mínimo. Y lo ha publicado.
Isabel Allende, que llegó en jet privado desde Londres, con “La suma de los días”, firmaba rápidamente porque su jet tenía que partir antes de las nueve.
Jorge Bucay, gurú de la autoayuda, “Las 3 preguntas”, decía que para ser feliz hay que dejar fluír la risa.
Quim Monzó firmaba de pié con la música de fondo de “Els Pets” (Los pedos) sí, he escrito “Los pedos”, así se llaman. Perdón, el libro de Monzó se titula “Mil cretins”
(Mil cretinos), es decir, firmaba mil cretinos con la música de los pedos, es así. Sí.
El ex honorable Jordi Pujol, cetrino (he escrito cetrino, por lo del color, no cretino) y ojeroso, estaba sólo con un libro de memorias, tanto en catalán como en castellano, por cierto, porque la “pela, es la pela”, muy cerca de Reixach, el ex futbolista del Barcelona, que también ha escrito un libro,( perdón, tal vez sólo lo ha publicado) ya se sabe, el maná es la política y el deporte. Y el ex honorable miraba a Boris pero Boris no miraba al ex honorable, y seguramente el ex honorable quería mirar a Najat El Hachmi, la escritora marroquí que escribe en catalán, divina perla integrada, musulmana, pero integrada, pero no podía verla porque estaba rodeada de fans. El ex honorable no tenía fans ni tenía balcón.
Una se pregunta si el Sant Jordi no será como la pasarela Gaudí y Cibeles, un desfile de moda, donde desfilan modelos de la misma forma que se publican libros. Lo digo porque Boris siempre está en Cibeles y en Gaudí, y Risto, y Monzó, y muchos de los personajes (no diré escritores) que el miércoles firmaban libros. Un “club” donde el rasgo distintivo personal predomina sobre lo estrictamente literario. Lo mismo se creen que hacen sociología como los de “Gran Hermano”.
A las cinco de la tarde, en las mesas, el día de autos, Isidro Esteve, ex motorista que tuvo la desgracia de quedar en una silla de ruedas por accidente, firmaba autógrafos, porque ha publicado un libro.
Albert Espinosa, guionista y dramaturgo del que no he leído nada, ha publicado un libro narrando sus experiencias en la lucha contra el cáncer durante siete años, perdiendo en el camino una pierna, un pulmón y medio hígado.
La chica marroquí a la que hace cuatro meses no conocía nadie, no paraba de firmar, ella també es catalana (ella también es catalana) pero eso de que una marroquí escriba en catalán permite lecturas políticas sobre la integración de los inmigrantes y demás, que aquí es mucho, o tal vez es que lo significa todo.
En la plaza Cataluña instalaron una gran pantalla de video donde se proyectó una entrevista con el ya fallecido Terenci Moix.
Un grupo de niños acompañados de su maestra, miraba con interés las imágenes.
¿Quién es? –preguntó uno de ellos.
“Un escritor” , respondió la maestra.
¡Un escritor ¡ ¡ Un escritor¡ gritaba toda la clase.
“Pero un escritor de verdad, seño?”
“De verdad. El mejor y el más grande escritor de Cataluña”.
“Y dónde firma, seño?”
“Ya no puede. Está muerto”.
El secuestro más largo de España fué el de Anabel Segura, seguido por el de Maria Angels Feliu, la farmacéutica de Olot. En ninguno de los dos casos llegó a los dos años.
La reacción de la prensa, tanto como la de las investigaciones policiales, desde el principio fue exhaustivo y constante, tanto en información como en investigación. Los españoles asistíamos casi a diario a las noticias sobre un secuestro y otro, cada uno en su tiempo.
Hoy , las noticias informan sobre un caso dantesco: Joeph Fritzl , de 72 años, ha sido detenido por mantener secuestrada a su hija durante 24 años en el sótano de su propia casa, habiendo tenido seis hijos con ella, que también han permanecido ocultos en ese mismo sótano. La hija, Elisabeth, tiene 42 años, y el mayor de sus hijos, 20, que ha visto la luz del día por primera vez precisamente hoy. Ha ocurrido en Austria, donde también tuvo lugar el secuestro de Natasha Kampusch, la joven que permaneció durante ocho años también en un sótano.
Elisabeth Fritzl ha declarado que su padre la sometió a abusos sexuales desde los once años, y en 1984, la esposó y la dejó encerrada en el sótano hasta el día de hoy.
Los vecinos aseguran no haber notado nada especial ni alarmante. Ha sido descubierto al llevar a urgencias de un hospital a una de sus hijas-nieta de 19 años, Kerstin, gravemente enferma. Al preguntar los médicos por las condiciones en que había enfermado y el historial médico de la madre, Joseph Fritzl ha dicho que fué captada por una secta a los 20 años, y nunca regresó. Él mismo denunció su desaparición. Al parecer, ninguno de los seis hijos-nietos ha sido inscrito en el registro civil.
“No sabíamos nada, nunca escuchamos nada” son las palabras de todos los vecinos de la zona. Veinticuatro años en un sótano, violaciones constantes, seis partos, seis bebés...nadie escuchó absolutamente nada.
Un caso más, también en Austria, aunque menos reciente, es el de una mujer, enferma mental, que mantuvo secuestradas a sus tres hijas durante siete años.
Ningún país puede estar orgulloso de sus delitos pero sí posiblemente avergonzado por la forma de tratarlos.
Los nórdicos son muy distintos a los españoles, no sólo por idioma, sino por cultura y clima. La mayoría de los nombres comunes y apellidos se caracterizan por la gran cantidad de consonantes y mínimas vocales : Las vocales significan la parte emocional. Curioso.
El frío domina sus vidas, por lo que pasan la mayor parte del tiempo en casa. Los locales de ocio, como restaurantes, bares de copas y discotecas, casi siempre parecen tranquilos. Ni una risa de más, pocas exclamaciones, conversan en un tono monocorde y educado sin alterarse, ni siquiera cuando se trata de pura diversión. No acostumbran a discutir, palabra a la que equivocadamente atribuímos un significado peyorativo, cuando “discutir” significa exponer opiniones contrarias y debatirlas. No discuten.
La tertulia les suena a cuento chino, incluso es muy complicado intentar explicárselo. De hecho, para la mayoría de los nórdicos, discutir es sinónimo de enfado y pelea. Lo consideran una pérdida de tiempo. Sólo forman escándalo cuando beben, y beben hasta hartarse. Entonces parece que todo vale, y al día siguiente se puede decir eso de “no me acuerdo de nada, estaba borracho”.
En España es prácticamente impensable este tipo de secuestros. Hasta la fecha, afortunadamente, no se han producido. Los españoles, de sangre caliente, discutimos, opinamos, mostramos lo mejor y lo peor, levantamos la voz al brindar, al celebrar y al aplaudir. Tanto la prensa como la policía, ante un caso semejante, actúa de inmediato y sin desfallecer hasta dar con el lugar y el secuestrador, de una forma u otra. Las noticias hablan a diario de cualquier delito, informando con todo lujo de detalles sobre cada paso, un día y otro día. Puede que sea una cuestión de carácter llevado hasta las últimas consecuencias. Lo malo, es que en estos tres casos concretos una serie de personas, jóvenes y niños, han visto sus vidas rotas y con muy difícil arreglo. Secuestro, incesto, violación … yo me pregunto si no es mejor estar muerto. Partiendo de la atrocidad es muy difícil analizar cómo se cometen delitos en uno y otro país, pero sí es cierto que la tortura y el silencio ( tanto popular como administrativo) asustan, producen verdadero pánico. El cuerpo y la mente no se nos queda igual ante un asesinato que ante un secuestro de veinte largos años, de padre a hija, con violaciones incluídas y seis hijos-nietos también secuestrados durante toda su existencia. Devastador. Criminal por sí mismo. Terrible. Estremecedor.
Me pregunto cómo habría actuado el gobierno de España ante otro secuestro, el de Wolfgang Ebner y Andrea Kloiber, austríacos retenidos en Mali, muy cerca de Argelia, como rehenes. Llevan más de dos meses retenidos y amenazados de muerte por Al Quaeda , que ha solicitado la liberación de una serie de presos y más tarde tres millones de euros a cambio de sus vidas. Acostumbro a ver la televisión austríaca todos los días. Ni siquiera una vez por semana informan sobre el caso. El gobierno austríaco tardó en pronunciarse, pero aún así, parece que no es una noticia con la suficiente relevancia como para ser difundida a diario. Estoy absolutamente convencida de que en España, la cosa sería completamente distinta. No sólo estaría Zapatero hablando del asunto todos los días, sino que se habrían tomado medidas, no sé cuáles, pero se estaría actuando, mediando, conversando, intercediendo…
A un país también lo definen sus delitos, lamentablemente. Yo insisto, me quedo con una rarísima sensación de silencio y tortura que me aterra. Me dá frío, y me dá miedo, mucho miedo.
¿Quién lleva al diván a la patria de Freud?
[ Fran Ruiz ]
“Todo el país debe preguntarse qué está mal en los cimientos de la nación”. La frase la hace el diario vienés “Der Standard” a raíz de la conmoción nacional (y mundial) tras descubrirse por casualidad que un jubilado encerró en el sótano de su casa, durante 24 años, a su hija mayor para violarla sistemáticamente.
Los macabros detalles de esta muerte en vida de Elisabeth y sus siete hijos productos de esta violación, así como del nivel de maldad de su padre —“un respetable vecino” coinciden todos— contrasta brutalmente con los paisajes casi idílicos de un país con uno de los niveles de vida y de cultura más altos del mundo.
¿Qué anda mal para que la patria que vio nacer a Mozart y a Freud para que haya engendrado a monstruos como Josef Fritzl?
Lástima que el padre del psicoanálisis no pueda echarnos una mano, porque este horror no es nuevo entre las bucólicas montañas alpinas y los valles tiroleses. Los austriacos se toparon con el caso Fritzl cuando apenas han digerido el drama en torno a la joven Natascha Kampusch, secuestrada cuando tenía diez años y que pasó casi ocho encerrada por otro psicópata, Wolfgang Priklopil, quien se suicidó arrojándose al tren cuando descubrió que su presa se había escapado el 23 de agosto de 2006.
No hay al parecer una respuesta lógica que explique porqué de una sociedad como la austriaca —tan cercana a los ideales de bienestar y progreso— ha salido un criminal cercano a la maldad absoluta como Fritzl, sólo la triste constatación de que también de ese pequeño país surgió el símbolo del mal absoluto: Hitler.
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