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gracias, Anabella ¡¡
Una no empieza a darse cuenta de lo grande que es hasta que abre la boca y por sus magníficos ojos marrones surgen y salpican chispas de verdad, porque dentro de ella sólo hay sinceridad. En cada gesto, en cada movimiento libre y rítmico, su melena, negra azabache que enmarca el rostro, agita al pobre viento que no tiene más remedio que empujarse estupefacto. Nada hay imposible para ella, porque todo lo cubre de generosidad, de entrega, hasta una pequeña hora en la que se da entera sin pedir fuego tan siquiera para su cigarrillo porque a ella le sobra. Saberte cerca es un regalo, Consuelo. Qué nombre tan bonito.
r.i.p.
Recórrame la voz y atenúe esta herida de dulce paladar en mi memoria
te contare tal vez la sinrazón del mundo
el claro acontecer y el mas inmenso absurdo
la perdida de tiempo y el tiempo por crecer
canalla. Orgullo. Barquito de papel
que guardo amarillento entre tus paginas
y que recuerdo
de el cada doblez, cada presión, tu dedo
la tarde en que lo hiciste y aquel tiempo
que no tiene sentido.
Ha pasado tu tren, alta velocidad, no sigo
tus palabras ni me importa siquiera donde vives
porque yo no te vivo. Sin embargo
un faro del lugar se ha detenido aquí
esperando mi firma. Te lo digo
sin ti se esta mejor, espero que estés vivo.
AMANTE
credo
He creído en la luz hasta cuando no era
Ni camino ni guía ni salida
Siquiera.
He seguido hacia atrás buscando una costilla
Los agujeros rotos, los sacos de fracaso
Las quimeras del rato en que todo caía
Por encima de todo, las lágrimas y el número
Necesario al instante para recuperar
Ese lugar pequeño entre la vida
Esa forma privada de apostar.
Me decían : Tú puedes, lo hiciste muchas veces
Tú puedes ahora y casi lo puedes, ya,
Sube al potro cansado de todo lo imposible
Cárgate en la pistola ese fuego de más
Cuéntales lo que sabes, lo que engañas, el todo,
De tí evita ese nombre por detrás del telón
Háblales sin parar, sigue en tu línea, borra,
Marca esa carta, otra, por la siguiente. Más.
Hoy he visto la luz que retirábamos
Y al sastre del delito que me enseñaste a ver
Sin mirar el perfil ni preguntar a nadie
Cuando sólo tu y yo entre el mundo y sin sábanas
Cuando sólo eras tú. Cuando te amaba yo.
Cuando todos los días nos marcaban las horas
Cuando se acabó el tiempo
Cuando tu brazo enfermo se enredaba en el mío
Cuando te obligué a ser
Cuando me derramaste
Cuando sólo era yo. Cuando tu lengua rota
Cuando nada contaba excepto amanecer
Cuando el efecto muerte se deshizo en el lodo
Cuando me caí yo
Cuando me preguntaban si tú eras mi esposo
Cuando tú asegurabas que yo era tu mujer.
De todo aquello queda una cuartilla breve
Ya sabes, esos papeles gruesos que te dicen adiós
Dos fechas, tu nombre en letras negras, como un himno
Y ese toque de queda , tu memoria, mi vida,
La tuya que fué nuestra sin carne derramada.
Quedó pendiente un vals y el resto, incluso
De una conversación .
Hoy he visto el regreso de los pájaros pegados al calor
A medias el otoño , y aquel gesto
En tu mano cubriéndote del sol. Sé que has llegado.
Esa íntima luz , inevitable, es mía. Es mía, y la
conozco sólo yo.
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HAIDER
Esta mañana he esbozado una sonrisa fea. A primera hora, antes de tomar mi café con leche de todos los días. Esta semana, justo esta semana, hablaba con un amigo austríaco. Estaba dispuesto a abandonar el país si Haider, el líder de extrema derecha Alianza por el futuro de Austria, llegaba al poder, tal y como todos y todo vaticinaban.
AURORA
La veo todos los días en el balcón. Es pequeña, frágil y casi un hada. Se inclina hacia atrás sosteniéndose con fuerza en los barrotes de hierro y hace flexiones. Se arquea como un arco. Permanece haciendo esos ejercicios durante media hora y luego mira.Contempla. Mira otra vez, pero nunca abajo. Ella mira arriba o mira al frente.
fragmento del discurso de JUAN CARLOS MESTRE en el homenaje a Gamoneda . Villafranca del Bierzo. León.
Queridos amigos, vecinos de este amado pueblo de Villafranca, soy el hijo de Emilio el panadero. Conocéis a mi padre, conocisteis a mis abuelos, vivieron en estas calles y como vosotros fueron gente honrada. Este es un pueblo de gente honrada, y la honradez es el primer compromiso que tienen las palabras con las ideas de las cuales son portadoras. No hablo de ejemplaridad, pero sí de la conducta de las palabras en alianza con la imaginación, el arte, la poesía, el mayor placer que el ser humano se ha dado a sí mismo, para decirlo con la misma expresión que compartieron Walt Whitman y Carlos Marx. No tengamos temor a las palabras, a la voz ancestral que pronunció en Galilea el Salmo de los Bienaventurados e inspiró casi dos mil años después la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Vengo de la misma escuela a la que fueron vuestros hijos, jugué de niño con ellos en estas calles, conocí a toda la gente que nos quiso. Poco más hay que saber para darse cuenta de porqué hablaros así ha sido esta mañana mi única posibilidad. Creo en la poesía porque he creído en vosotros, en el desconocido que silba en el bosque y en los campaneros que tocan las campanas en septiembre como si las volteara Mozart. Creo en la poesía de los que no han tenido que leer a Heideger para darse cuenta de cuál es su imprescindible necesidad en épocas de penuria. Creo en los alegres bebedores del atardecer y los giratorios amantes por los cielos de Chagall donde las vacas azules tocan el violín para los que no tuvieron una segunda oportunidad sobre la Tierra.
Creo en la certeza que asistió a los desaparecidos, las víctimas civiles de la historia que se seguirán levantando de las cunetas para volver a podar las viñas. Creo en ti, Poesía, hojas de hierba, caravana de los titiriteros. Música del hojalatero sobre la partitura del cobre, herreros en la fragua del trueno, silbato del que trae cartas que abrazan a los hermanos y hacen llorar a las madres. Creo en las intensas voces del recuerdo, los que madrugaban para ir a las ferias, el herrador de caballerías, los que siembran colina, la familia de los músicos y los tipógrafos de la plaza. Creo en el retratista de la inexistencia y en el fotógrafo de la nieve. En los alquimistas del vino y quienes sulfatan los cerezos. Sigo creyendo en Norberto Beberide, que tenía una máquina para hablar con los espíritus; en Paco Pérez Caramés, que trataba de usted a las flores y las piedras se apartaban de los caminos para dejarlo pasar. Recuerdo al que discutía en latín con los caballos, al hijo del guardabosques, a los carpinteros, a los que vendían paños para el bautizo y las bodas y el luto. Recuerdo a Basís que explicaba a los muchachos las películas antes de entrar al cine, a Món que estará construyendo catedrales en el Paraíso. Recuerdo a Ninguén cantando como el agua de los ríos y a Gelo Marvá, presidente del senado de los soñadores.
Es hora de terminar, el poeta es un taxista que lleva a la gente donde la gente quiere ir, alguien que ayuda a los demás a vivir su propia vida. La poesía está ahí para ennoblecer, para dignificar la condición humana. Es la vida, como escribió Cummings, que antes o después, venga siempre las ofensas de los hombres con las salvas de la primavera. Esa también es la mejor razón por la que habrá merecido la pena vivir. Lo escribió Gamoneda:
“Un mismo canto pide /la justicia y la / belleza. Sea la luz /un acto humano. Se puede/ morir por esta /libertad.”

costa brava

Cerrar aquella casa no me supuso esfuerzo
Nunca tuvo valor excepto por los nidos
De pájaros que nunca volaron hacia atrás, como nosotros.
La costa estaba lejos, un día fui, descalza
Era la media tarde de un agosto, no sé,
No importaba el verano.
Más techos que arañas , más tierra que flores
Más sapos que agua , más madera que fuego
Más sábanas que sueño
Enroscada al sabor del dulce último
Buscándome el motivo
La sinrazón. La llave
Algún mechón de pelo. Ya no era tuyo, sabes,
Yo te dije: Ahora vuelvo.
Tú dijiste: No tardes.
No hice la maleta, sólo tiré las piedras
Aquellas que pusiste sobre el nido del pájaro
Supiste que no estaba ,seguro que por eso,
Y que no volvería
Cuando las alas grandes de la madre a sus crías
Te cerraron la casa
La casa, que era mía.
JORNADA
Siento la maratón al confín de las horas
PISO
Figura en el balcón asomada a la nada Miraba yo esperando, te buscaba llegar No duró mucho. Recuerdo Ahora, ya, sin demasiado esfuerzo Cuándo abrí la ventana para verte Marchar. Tu espalda era una bala y tu silueta el arma De fuego , casi siempre Mortal. Estanco, tintorería, bar Pasteles, pan, aceite a última hora Leche para el final. Vinagre urgente Recados y posdatas. Café hirviendo Mi período pegado a tu insoportable aliento De borracho, sin más. Dormido. Roncado. Despierto. No puedo recordar exactamente En qué momento Te he querido matar. |
INACABADO
Te confieso que en fondo no se encuentra al final
epitafio
Yo que quisiera ser la razón de tu desorden
SAGRADO CORAZÓN
Obstáculo, tubérculo, diapasón