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LOS CASCOS DE LA CASQUIVANA

Vivía en una constante cúspide aspirada, imaginándose, brava y casquivana. Buscaba de forma obsesiva en las páginas de contactos, uno y otro, la cita fácil en boca del estómago, camino del monte de Venus. Depilada, esculpida, provocadora y breve. Tenía poco discurso. Comtemplaba bomberos al borde de un incendio que jamás se produjo, y le ardía la maldición -gitana- por encima de todo. Torso, desnudo, grasiento, escurridizo. El tamaño importaba, tanto que cualquier longitud se le hacía pequeña, corrediza, como las viejas puertas que ya no se estilan. Coleccionaba marcas, escotes y lencería, de la más fina -ella-, de la más puta -otra-. Su palabra era esófago, su vientre excitación, la sonrisa una mueca perdida entre los dientes. Se olvidó de los chistes, perdió esa seducción, apostaba intranquila por una carta extraña del tarot en barajas francesas.Soy un as -repetía. Soy la mejor -lloró. Las yemas de sus dedos quedaron insensibles a fuerza de pulsar las teclas del teléfono, y en sus mensajes cortos se escribía el cerebro, las ganas de yacer, cuerpo adentro, un buen macho. No valía cualquiera, la verdad sea dicha. Buscaba el horizonte en un margen estrecho, limitado, incapaz. Y se pensó estratega, espía y cazadora.Hablaba de sexo, siempre, como si lo tuviera. Como si el otro viera su vagina incompleta, esperando al postor. No va más. Hizo su juego efímero, levantó la cabeza, guardaba cien mil fotos en la misma postura, bailándose las aguas, el tormento de un rayo que no se partió en dos.La aventura soñada que nunca llegaría, el viaje organizado que desorganizó, los planes incompletos, el plantón, su delirio, y una serie de insultos a modo de epílogo que enfurecían mucho, demasiado revés, excesiva frecuencia. Y se pasó la vida hablando de hombres, pero no consiguió que un sólo hombre hablara de ella.

Lunes, 01 de Septiembre de 2014 11:36 Consuelo García del Cid Guerra #. sin tema

OVEJAS NEGRAS

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 Están en todas partes y no siguen la manada. Pueden nacer en los más bajos estratos o en las altas esferas. No es una cuestión de cuna, sangre o condición social. Son casos de la vida, de una escala distinta que se descubre por instinto. Hijas del agobio y del dolor, como cantó Triana. Algo se activa en su interior, es sentido común -poco frecuente-, son mensajes del alma directos al corazón que estallan con gran estruendo frente a las galerías. Tienen poderes. No son adivinas, videntes, tampoco brujas. Tienen ese poder de discernir, desde su más tierna infancia, entre el bien y el mal. Lo saben, porque lo sienten. Apuestan por otra brújula en busca de su propio camino, huyendo del fraticidio para encontrar la fraternidad. Cuesta. Siempre hacia arriba, contra corriente, por encima de todas. Son calumniadas, vilipendiadas, desentendidas y abandonadas. Incluso encerradas en muchas ocasiones. Pero ellas, aunque inválidas antes de su propia mayoría de edad, patalean panza arriba antes de ser aplastadas. Cualquiera se convierte en enemigo de la insurrecta. Tu propio padre, tu madre, la familia entera. No son de buen conformar. Gritan como leonas, sacan garras de gata poco triste y mucho menos azul. 
He conocido muchas, tanto como a mí misma. Se reconocen de inmediato al mínimo detalle. Una ojeada rápida ilumina los rostros cuando se sabe, en guardia, del signo solapado. Perfectamente capaces de fabricar un anillo con cualquier tipo de viruta, adictas a los polvos mágicos, a la arena del mar, a las manzanas de Eva y la postura de Llilith. Diosas blancas de carne y roedoras de huesos, caiga quien caiga. Obreras, sacrosantas, vertiginosas siempre. Cualquier pasado efímero ha estampado en el tronco de sus cien mil palizas algún punto en común donde apoyarse. Oh reinas del horizonte que ningún dios confunde por mucho que se tercie. Mariposas salvajes que aletean sin tiempo antes de ser cazadas por cualquier mal nacido para clavar el alfiler que las convierta en esas bellezas muertas enmarcadas. Oh divino cristal, el de Salinas, que recitaba el verso : Para cristal te quiero, amiga. Nítida y clara eres. Para mirar el mundo, a través de tí, puro. Cristal. Espejo !Nunca!.
En la fotografía, Ana Patricia Botín el día de su boda. Sumisa, tierna y angelical. De clavícula fuerte, morena y rebotada. 

Jueves, 11 de Septiembre de 2014 15:44 Consuelo García del Cid Guerra #. sin tema


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